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La Junta Directiva del Banco de la República se reúne por penúltima vez para revisar si las tasas de interés siguen cayendo, es momento de hacerlo antes que una recesión llegue
El ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, ha sido el interlocutor más disciplinado del presidente, Gustavo Petro, en pedirle, más no exigirle a la Junta Directiva del Banco de la República que baje las tasas con prontitud antes de que la economía entre en un franco proceso de desaceleración.
Partamos de que el Emisor es una entidad independiente, y dicho sea de paso, la que más prestigio guarda entre las instituciones económicas colombianas y que cualquier recomendación que haga el Ejecutivo es eso, simple y llanamente una recomendación, más no una injerencia en la política monetaria, que es un mandato constitucional, el de mantener el poder adquisitivo del peso colombiano.
Para nadie es un secreto que la lucha del Banco Central ha sido evitar que el Índice de Precios al Consumidor baje en la misma proporción que lo ha hecho en las economías similares a Colombia, en la región, y que tener una inflación de dos dígitos desdice mucho del manejo económico del país, pero lo que es peor, es una desidia frente a las familias de menores ingresos quienes son los que más sufren con precios altos, especialmente los que tienen que ver con los servicios públicos y los alimentos.
Lo más paradójico de la coyuntura económica y monetaria colombiana es que son los mismos banqueros quienes le han pedido a la Junta Directiva bajar las tasas de interés con decisión, es decir, de 50 en 50, y no de 25 en 25 como lo vienen haciendo desde hace casi un año. El último banquero en pedirlo fue Luis Carlos Sarmiento Ángulo, líder natural del Grupo Aval, quien en la celebración de los 50 años de Anif, emplazó a los codirectores del banco que bajaran las tasas de interés.
Fue curioso que durante el evento, Roberto Steiner, codirector del Banco de la República, se explayara en una exposición sobre el deber ser de la economía y evitara hablar de lo que los banqueros piden y es que las tasas bajas sean una manera de compadecerse con los empresarios y los consumidores. Una tasa de interés de 10,25% puede resultar muy alta a los ojos de los consumidores, máxime cuando la inflación puede terminar en 2024 en menos de 5,5%, aun cinco puntos básicos de diferencia en un margen que debe llevar a los codirectores a replantear la velocidad con que han venido desescalando el precio del dinero.
Sería una gran noticia que en la reunión de la Junta Directiva del Banco de la República de octubre las tasas bajen hasta 9,75% un ideal con el que sueñan los banqueros, los constructores, los comerciantes y las 14 millones de familias que tienen como expectativas que entre noviembre, diciembre y enero puedan hacer compras, irse de turismo y prepararse para la escalada de precios que siempre viene de la mano del impacto del alza del salario mínimo que se siente en el primer mes del año.
Una baja en la tasa de interés hasta 9,75% es un mensaje de que el banco no solamente es independiente a las peticiones del Gobierno Nacional, sino consciente con la situación de la inflación y de las necesidades de compra y endeudamiento de las empresas y las familias. Es fundamental que si el Emisor toma la decisión adecuada, los bancos hagan lo propio y lleven la tasa de usura a terrenos de 25%, las hipotecas las bajen hasta 10% y los créditos rotatorios se hagan más pagables en torno a 15%.
Proteger y reactivar la economía es una tarea fundamental también del Emisor.
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