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Ahora resulta -se empieza a percibir- que la gran necesidad de Colombia es una constituyente o un referendo, idea instalada por adoradores del poder y el dinero público
Desde los albores del siglo XXI, todos los presidentes de Colombia le han coqueteado a la reelección. Uribe logró dos períodos, Santos hizo lo mismo, y Duque también fue tentado por una idea del líder del Congreso de entonces de cambiar un “articulito” y unificar períodos con los mandatarios regionales. Por fortuna, el mandatario no cayó en esa ilusión ni metió al país en camisa de once varas.
El actual mandatario ha vuelto a sacar el tema de la gaveta política y en varias oportunidades: ha hablado de no entregar el poder y de la continuidad, de un referendo, de una constituyente, pero sobre todo, de que no le han dejado sacar adelante las reformas que el país necesita; en otras palabras, “necesita más de cuatro años en la Casa de Nariño”.
Todas las reelecciones presidenciales en varios países del mundo castigan a los malos mandatarios y premian a los buenos con la reelección, pero los colombianos ya cerraron esa puerta, no obstante, hay quienes se niegan a entender esa decisión popular e insisten en caldear el panorama político.
Ahora el gran problema nacional no es la pobreza en que viven más de 18 millones de colombianos, siete de ellos en la miseria; ni el poder narco-guerrillero que tiene capturado al suroccidente colombiano, ni mucho menos el crecimiento de la economía o la galopante corrupción de los funcionarios públicos.
Tristemente, para quienes hoy mandan, es un referendo o una constituyente, que no es lo mismo. El álgido debate tiene cola: hace poco más de tres años, los aspirantes a la Presidencia coincidieron en sus debates y en los discursos de la campaña que el país económico necesitaba una reforma tributaria; dicho y hecho; cuando Petro ganó las elecciones radicó el mismo 7 de agosto de 2022, una senda tributaria de $20 billones que fue aprobada sin mayores aspavientos por un Congreso dominado por las nuevas fuerzas de izquierda.
Hoy, a poco más de dos años y un puñado de semanas, vuelve y juega “poner la agenda”, en una suerte de agenda setting, que ya están copiando muchos presidenciables, montarse en el cuento del mencionado referendo o en una constituyente para zanjar el verdadero reto nacional; lo peor es que grandes líderes, caciques o viejos sabuesos políticos le copian al Gobierno Nacional o sus áulicos, en que el país necesita reformas estructurales que solo se logran manipulando la Constitución.
La teoría setting dicta que son los medios de comunicación influyentes los que establecen los temas que la opinión pública considera importantes; también se conoce como establecimiento de agenda la manipulación de qué asuntos son de interés informativo para ser masificados y desarrollados; muchos de ellos se vuelven virales sin explicación alguna.
Los académicos estadounidenses, McCombs y Shaw, acuñaron el concepto en los años 70; “demostraron que la audiencia suele otorgar la importancia a los asuntos públicos en función de la frecuencia y profundidad con la que esos temas son tratados en los medios de comunicación”.
Por estos días de bonanzas de influencers de redes sociales, la agenda setting vuelve y juega, pero de manera mucho más elaborada y sofisticada (con logaritmos a la vista), pues los líderes actuales son más tuiteros, tiktokers, youtubers o instagramers, que gobernantes. Según Shaw y McCombs: “los ciudadanos conocen únicamente lo que los medios les ofrecen e ignoran cualquier otro asunto”. Solo cambiar medios por redes sociales.
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