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Los nuevos mandatarios locales no deben dejarle al mercado las soluciones del transporte, la movilidad, en una ciudad es un imperativo de los alcaldes y gobernadores
Todd Buchholz es uno de los articulistas más leídos de Project Syndicate, recientemente comentaba que “a principios de la década de 1990, cada yuppie estadounidense que se precie y cada pareja de jubilados de los suburbios compraron una máquina para hacer pan eléctrica, y las ventas alcanzaron los cuatro millones de unidades. Pero la moda pronto se desvaneció cuando estos panaderos aficionados descubrieron que meter una cantidad y proporción precisa de harina, huevos, mantequilla, levadura y sal en una caja de metal lleva tiempo y cuesta mucho más que ir a la panadería de la esquina (...) y se preguntaba: ¿son los vehículos eléctricos enchufables los fabricantes de pan de nuestros días?”.
El comentario viene a lugar porque Colombia ve como sus calles se llenan de motos de US$1.000, las ventas de carros se caen y sus gentes se agolpan en los insuficientes y quebrados servicios de transporte masivo, conocidos como Transmilenios. Buchholz continua comentando que “a pesar de la brillantez empresarial del fundador de Tesla, Elon Musk, y los miles de millones de dólares en subsidios gubernamentales para respaldar los vehículos eléctricos, parece que los consumidores todavía prefieren conducir hasta una estación de servicio para repostar cinco minutos que modernizar su garaje y sufrir la ansiedad por la autonomía que conlleva, desde buscar una estación de carga en el estacionamiento de un centro comercial abandonado. El 21% de los cargadores públicos no funcionan en ningún caso.
A medida que los consumidores comiencen a alejarse de los vehículos eléctricos, su elección afectará no sólo a la industria automotriz, sino también a las relaciones entre Estados Unidos y China, los presupuestos estatales y los precios de las materias primas”. Los alcaldes no creen que cómo llegan las personas a su trabajo, van de compras, asisten a las universidades o colegios, es problema suyo.
Dotar a una ciudad como Bogotá, Cali, Medellín o Barranquilla de cargadores para carros eléctricos (en convenio con el sector productivo) también es tarea o función de un alcalde que se preocupa por las tendencias de movilidad futuras. No es sólo hacer grandes autopistas, puentes, túneles, intercambiadores viales, soterrados, etc., (que también se deben construir), sino entender que los habitantes de los barrios, localidades o comunas necesitan progresar en su movilidad. No se puede dejar que los grandes importadores de motos, incluso prohibidas en mercados más desarrollados, se lucren sin control, gracias al desgreño de las ciudades en materia de movilidad.
Suena bien que Colombia sea ya el número 10 entre países en donde más motos se venden, casi un millón anual, pero a qué costo en vidas, seguros, lesionados, anarquía en las calles e inseguridad generalizada, pues siempre hay una moto vinculada a un hecho delictivo.
Los alcaldes recién elegidos deben separar la paja del ojo y pensar más en la movilidad sana que genere bienestar y calidad de vida, para lograr ese megaobjetivo, debe lanzarse un trabajo a largo plazo, al lado del Gobierno Nacional, a tres o cuatro décadas, para dotar al país de sistemas integrados en donde el individuo sea el eje central. Colombia es un país de ríos, los ríos son energía, la energía es renovable, bien puede ser el epicentro de los carros eléctricos, no de las motos que han deteriorado la movilidad de todos.
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