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Colombia es de extremos, en meses de sequía se añora un aguacero, mientras que en los de lluvias no se sabe cómo manejar la abundancia de agua
Este año que poco a poco llega a su final pasará a la historia reciente de la pluviocidad, como uno de abundantes lluvias. Si bien en Colombia no se puede hablar de estaciones climatológicas bien diferenciadas, sí se pueden identificar meses de lluvias intensas y otros de aguaceros escasos. Y desde hace un par de décadas, todos los años vienen señalados por los estudios meteorológicos avanzados con signos de predominancia de los fenómenos de La Niña (mucha agua) y de El Niño (poca agua o sequía).
Entre junio y agosto, meses en los que debía haber menos lluvias, el clima estuvo marcado por una dosis inusual en poca cantidad de agua, en casi todos los departamentos. Durante los meses de septiembre y octubre se extendió un verano tardío, no muy fuerte y en estos días de noviembre, han estado marcados por torrenciales aguaceros -con granizadas- particularmente en las zonas andinas (Bogotá, Medellín, Manizales, Pereira y Armenia) y gran parte de la región del Pacífico (Cali y Popayán).
Para el resto del año los centros meteorológicos prevén más lluvias. La primera semana de noviembre en la zona del Pacífico (Nariño, Cauca, Valle y Chocó) llovió por encima de 100 mililitros, una cantidad superior a la de los meses anteriores. En donde más se ha sentido el régimen lluvioso ha sido en el piedemonte que comprende a los departamentos de Putumayo y Caquetá. En la zona central (Tolima, Huila y Caldas), las lluvias superan igualmente los 100 mililitros; mientras que en Sucre, Cesar y Córdoba se aproxima a los 60 mililitros, cantidades de agua mucho mayores a las registradas en los mismos periodos de meses atrás.
Para el resto del año, en Bogotá se espera que llueva unos 95 mililitros, de los cuales solo van 30; en Meta (Villavicencio) lloverán unos 425 mililitros en esta época y solo van 119; en las ciudades del Eje Cafetero se esperan lluvias por 265 y solo han caído 106 mililitros. Pero la cifra que más asombra es el nivel de lluvias que se espera caiga en Chocó: 680 mililitros de los cuales ya van 190. Es un país del trópico que no ha aprendido a rentabilizar los aguaceros, solo espera inoperante las catástrofes naturales que ciegan vidas y destruyen todo a su paso.
El manejo y la rentabilidad de los aguaceros o las simples lluvias es una de las asignaturas pendientes de los colombianos, cualquiera sea su actividad económica. No podemos seguir viendo llover a la espera de nuevas tragedias, mientras en temporadas secas padecemos escasez de agua. Especialmente los agricultores y ganaderos deben aprobar ya esa asignatura y no desperdiciar el preciado líquido. Incluso el mismo sector energético debe sacarle más partido al agua. Debe haber una política pública de sistema de riego que elimine los tiempos secos para la agricultura.
Pero para lograrlo se necesita de una clase dirigente en cada sector más proactiva en términos meteorológicos; no nos podemos quedar en campañas cívicas de cuidar el agua en las familias, sino avanzar hacia políticas públicas bien estructuradas tendientes a optimizar los aguaceros. No podemos seguir nadando en un recurso escaso para otros países, incluso para otras regiones colombianas. Antioquia y sus Empresas Públicas de Medellín son un ejemplo cultural y empresarial de cómo construir sobre los aguaceros. Para lograrlo se necesita de ministerios y entidades oficiales preparadas con visión de futuro.
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