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Puede decirse que el primer año de Petro ha sido de aprendizaje, que casi una docena de ministros cambiados es síntoma de que quiere ser menos radical y hacer un buen gobierno
El segundo año del presidente, Gustavo Petro, está a la vuelta de la esquina. Por su gabinete ya han pasado casi una docena de exministros y otro tanto en ejercicio, quienes no le han dado los resultados esperados, que fueron corruptos, o que simplemente lo opacaron, como fue el caso de José Antonio Ocampo, en la cartera de Hacienda.
La salida más cantada fue la de la ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, más envuelta en explicaciones de indelicadezas que en la transición energética o en la generación de energías renovables, tal como lo ha promocionado el mismo Presidente en todos los escenarios.
La polémica Ministra hizo más mal que bien al gobierno y a los mismos accionistas de Ecopetrol; no es sino mirar las cifras para sacar las conclusiones. Desde el pasado 7 de agosto cuando se posesionó en la cartera más estratégica del país, la acción de Ecopetrol en la Bolsa de Valores de Colombia bajó 5,7%, pasando de $2.306 a $2.173.
El ADR en Nueva York está estancado entre los US$10,70 hace un año y los US$10,96 como valor actual. La capitalización bursátil de la empresa más grande de Colombia pasó de $94,89 billones hace un año a $89,75 billones hoy, bajó 5,4%.
Esa cuenta de cobro debe pasarse a la polémica Ministra, que encubría sus deficiencias técnicas en descalificaciones a sus colaboradores e incluso a los mismos medios de comunicación, que están en la obligación de señalar las fallas de los funcionarios, con el espíritu de que enderecen su actuar y diseñen mejores políticas públicas de cara al país.
Al país político y económico le debe ir bien si al Presidente de turno le va bien, y para que eso suceda, el equipo de funcionarios adscritos a la Casa de Nariño debe funcionar con transparencia y grandes ejecuciones, mientras que los ministros deben ser un techado de realizaciones concretas, de tal manera que el país social note cada una de las realizaciones.
El primer año de gobierno ha sido de puro aprendizaje y lo muestran los resultados; ha habido buenas y malas noticias, y la máxima preocupación sigue siendo el deterioro del orden público y muchas de las caprichosas leyes estructurales que se quieren convertir en reformas sin ser socializadas ni construidas al ojo de los afectados, que es el caso de la reforma laboral, la de la salud y la pensional.
Arrancar con pie derecho el segundo año es un imperativo, máxime cuando es un año electoral y los candidatos a las gobernaciones y alcaldías, afines a la administración Petro, están más que observados por la decepción que pueden haber generado los bandazos del primer año, la poca ejecución, y lo que no es menor, la arrogancia de muchos ministros que no dieron pie con bola.
En especial la estratégica política minero energética, de la cual dependen muchos de los ingresos fiscales; el país no se puede dar el lujo de decirle no al petróleo y a las minas; debe tener una hoja de ruta clara, más sostenible y sobre todo de optimización de esos recursos, pues es cliché decir que Colombia es y siempre ha sido un país que deriva su sustento del petróleo y el carbón.
La salida de la Ministra es una oportunidad para poner en esa cartera a una persona del sector racional que maneje la producción, genere más regalías, organice el Código Minero y que entienda que atravesamos por una economía que no puede negarse a recibir el dinero de una actividad millonaria en medio de tanta pobreza y de tantas necesidades.
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