Ávila debe ser fiel a las cifras y olvidar dogmas

La Real Academia de la Lengua Española define dogma como una verdad considerada indiscutible y que no puede ser puesta en duda dentro de un sistema de creencias y parte fundamental de las ideologías.

El 7 de agosto de 2022, el nombre de José Antonio Ocampo, como ministro de Hacienda, del primer gobierno de izquierda en la historia de Colombia, recibió largos aplausos de pie, al tiempo que se respiró con tranquilidad porque el rector de la economía, no solo era el economista más prestigioso de la historia nacional, el más reseñado en el mundo académico, sino un hombre de puertas abiertas en el mundillo financiero de Washington.

La tranquilidad solo duró ocho meses porque la tensión dogmática entre la Casa de Nariño y la cartera económica no aguantó más y se rompió por el punto más débil. Entre los selectos miembros del club de macroeconomistas colombianos, reconocidos por recorrer juiciosos el rally ministerial, Fedesarrollo, Banco de la República, Departamento Nacional de Planeación, banca multilateral y estudios de doctorado en alguna Ivy League, camino que era obligado para llegar a ocupar el despacho de la carrera 6 No. 12-62 en el centro de Bogotá, les sorprendió que el economista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, Ricardo Bonilla, exsecretario de Hacienda del Distrito cuando Petro fue alcalde, llegara a ser ministro.

Solo fue ministro desde abril de 2023 hasta la Navidad de 2024, solo 20 meses, cuando su salida estuvo empañada por relaciones non sanctas con senadores y funcionarios, pero lo cierto es que Bonilla había sido más fiel a los números que a las ideas de los petristas más ortodoxos y dogmáticos que hoy manejan el Gobierno Nacional.

Después de mucho pensar y durante un par de meses de interinidad (diciembre de 2024 y enero de 2025), el viceministro, Diego Guevara, llevado al ministerio por Ocampo, fue ratificado como el tercer ministro de Hacienda de esta administración, un tecnócrata profesional que ni siquiera pensaba entre un dogma y una cifra, simplemente hacía lo que la econometría le dictaba; fue fundamental para darle tranquilidad a los mercados, pero esa dicha solo duro otro par de meses cuando el Presidente sorprendió al sacarlo de su cargo.

Un dato en medio de la trama de la rotación de ministros de Hacienda: hace varios meses ninguno pisa Washington y el país ha perdido todo contacto directo con las firmas calificadoras de riesgo y la banca multilateral. Ha llegado el economista Germán Ávila de la Universidad Nacional, dicho sea de paso el primer ministro de Hacienda de la principal alma mater del país, quien ha tenido una vida profesional dedicada al mundo cooperativo que domina con profundidad.

Lo más importante que se le pide al Ministro es que se aleje del dogma petrista de querer más impuestos para financiar elecciones o para prometer más subsidios; el asunto del déficit fiscal es muy grave y eso no es algo neoliberal, es tan simple como gastar más de lo que le ingresa, y que los distintos gobiernos lo han zanjado con la llamada regla fiscal, que no es nada distinto a ser rigurosos con los gastos.

Casi todos los gobiernos de derecha han sido muy ortodoxos con el manejo de la economía y han mantenido unos indicadores fundamentales controlados, incluso Ocampo, Bonilla y Guevara; el nuevo Ministro tiene el reto de no ser inferior al mandato de la economía de eficiencia, crecimiento, productividad para que el país reduzca la pobreza y las precariedades.