La economía colombiana debe pasar de la tradicional sobrevivencia, léase dominada por la informalidad, a un sistema de producción potente en donde la generación de trabajos formales sea una suerte de meta mega y que se traduzca en pago de impuestos, aporte a la salud, a las pensiones y aumente el consumo vía créditos destinados a comprar bienes durables, casas, automóviles, etc., pero sobre todo, se pague la educación de los hijos. Una economía dominada por la formalidad, que esta suba o cubra mínimo 60% de la población empleada, así no habría problemas ni con la salud, ni con las pensiones. Grosso modo, ese sería el mundo ideal en un país que tiene todas las condiciones para lograrlo, y que incluso en momentos recientes de la historia, ha podido con ese reto. El origen hace siete décadas de las cajas de compensación fue uno de esos momentos, todo un sistema de compensación basado en la formalidad; otro fue en los albores del siglo XXI, cuando la seguridad democrática estabilizó al país con manejo fuerte y respeto por las instituciones; se disparó la seguridad jurídica y con los años hubo grado de inversión, hoy perdido. El cuento se trae a colación porque no se puede seguir culpando a las elevadas tasas de interés que el Banco de la República le cobra al sistema financiero y que estos les trasladan a los cuentahabientes, de todos los males de la economía. Los 14 millones de familias que tiene Colombia no solo no se endeudan para comprar casas y carros, por dinero caro, sino porque hay desesperanza y casi todos los jóvenes colombianos están tentados por irse del país a buscar mejores oportunidades. El país está capturado por la inseguridad, la destrucción de muchas industrias, los altos impuestos y cada vez mayores brotes de corrupción con el dinero público. ¿De qué vale tener tasas de interés bajas, por debajo de 10% u 8% si no hay trabajadores que quieran endeudarse, si no hay empresas que pongan a andar nuevas plantas de producción? Irse lanza en ristre contra la Junta del Banco de la República por no bajar más rápido las tasas es ser facilista, como lo hemos hecho todos, pero es poner de chivo expiatorio una de las entidades más valiosas de la economía y que bien ha hecho su papel en la mayoría del tiempo. El Gobierno Nacional debe sintonizarse más con las necesidades del país productivo y apostarle a la formalidad como herramienta que solucione todos los problemas. La Población Económicamente Activa, que puede alcanzar 24 ó 25 millones de colombianos, debe ser una oferta laboral para una demanda de trabajos formales, no enfocados a la economía del rebusque que no paga impuestos ni aporta al sistema general de seguridad social. A los ministros de economía se les han olvidado cosas fundamentales como la seguridad jurídica, las exportaciones, las patentes, los empleos de calidad, el dinero más barato, la competitividad, la productividad, todos elementos entrecruzados en el cocktail de una economía vibrante. Yerra gravemente el Gobierno cuando el discurso de su teoría económica se siembra contra el sector productivo, las empresas y los dueños del capital, en una alegoría a que el caos nunca muera para que las ideas de resentimiento se sobrepongan a las de progreso. No solo de tasas bajas vive la economía, es menester de la administración central poner mejores condiciones de seguridad y de confianza inversionista.