Buena diplomacia en COP27, pero mal en el país

Desde hace más de dos décadas, hablar del cambio climático se convirtió en un lugar común, no solo en los ámbitos académicos y científicos, sino en lugares comunes en los discursos de los políticos y presidentes de todo el mundo, más aún de los países en donde desde hace rato se experimentan traumatismos en forma de temperaturas altas, más sequías e inundaciones permanentes por los largos periodos de lluvias. Un dato elocuente es que en Colombia se presentan lluvias inusuales desde hace 28 meses, en una suerte de largo período de La Niña sin precedentes en la historia reciente, situación que trae estragos en la infraestructura, afecta las siembras y cosechas de alimentos e incluso tiene consecuencias en enfermedades respiratorias.

El cambio climático es un libreto en pleno desarrollo, ya comenzó hace varios años y está afectando las cadenas de producción y logística globales. En términos científicos, ocurre al mezclar el carbono con el oxígeno del aire formando CO2, lo que genera aumento de los gases de efecto invernadero; las causas son distintas y van de acuerdo con el desarrollo de los países, pero el hilo conductor de eventos siempre es el mismo: uso indiscriminado de combustibles fósiles, deforestación de selvas y bosques, producción de residuos y nula preocupación o control por los usos de los recursos naturales en todos los rincones del mundo.

El asunto comenzó en 1992 cuando la ONU organizó la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, para poner a andar la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en la que se estableció la Secretaría sobre el Cambio Climático, que desde 1994 convoca a casi todos los países en una reunión denominada COP, que significa “Conferencia de las Partes”, en la que se muestran avances y compromisos en el tema ambiental, pero la verdad es que no han avanzado mucho más allá de buenas intenciones. Se ha tratado de estabilizar los gases de efecto invernadero, 197 naciones y entidades lo han firmado, pero los países más importantes no lo han hecho. Este año se realizó la 27ª cumbre anual, o COP27.

Y Colombia estuvo representado por el presidente, Gustavo Petro, y una nutrida comitiva, más el expresidente Iván Duque. Pocos países demuestran su compromiso por el asunto climático, y no es para menos: su ubicación tropical hace que el cambio climático sea más elocuente. Que dos de los líderes colombianos más influyentes se comprometan con el importante asunto del cambio climático es una muestra de liderazgo local y regional, pocas veces este tipo de sensibilidades se presentan en el ambiente político en el que las diferencias ideológicas y de economía de mercado se juntan en un mismo propósito de alto impacto local e internacional.

El problema es que andamos bien en diplomacia externa, pero mal en políticas públicas locales. La Amazonía, los páramos, los parques naturales, la Orinoquía, siguen siendo devastados por campesinos y constructores que amplían la frontera agrícola o hacen explotaciones urbanas sin control. Todos los planes de desarrollo de pueblos y ciudades no son sensibles a lo ambiental. Todas las actividades humanas han aumentado los gases de efecto invernadero en Colombia sin que alcaldes y gobernadores hagan algo real para adecuar sus políticas a un comportamiento en pro del ambiente. Mucha actividad política en el exterior, pero pocos avances reales en lo doméstico.