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Las empresas hacen un montón de cosas que nadie ve, más allá de pagar impuestos y generar empleo formal, muchas transforman sus comunidades devolviendo utilidad social
Las cajas de compensación nacieron en 1954 en Medellín como una vía expedita de las empresas para ayudar a las familias de sus empleados en la satisfacción de sus necesidades básicas como educación, vivienda, salud y entretenimiento. La exitosa idea se ha convertido en un oneroso impuesto parafiscal que es la espina dorsal de un dinámico sector económico llamado compensación familiar que cuenta con colegios, universidades, supermercados, farmacias, EPS, hoteles, auditorios y todo un portafolio de inversiones que han transformado la vida de los trabajadores formales. Es la manera más transparente de explicar por qué las personas que hacen empresas formales en Colombia son las de mayor responsabilidad social en la región. Cabe resaltar que el modelo como tal de las cajas de compensación colombianas dista mucho de esquemas similares en la región y que ese impuesto parafiscal de la compensación es inexistente en la carga laboral en otros países. Incubar la idea de que las empresas colombianas no aportan socialmente más allá de los impuestos y la generación de trabajo formal es uno de las fake news más populares por éstos días en los que algunos congresistas, mandatarios regionales, sindicatos, entre otros actores sociales, le cargan a la actividad empresarial -cualquiera sea su tamaño de negocio- toda clase de nuevos improperios. Alguien debe llevar la contraria frente a esos comentarios infundados: los emprendedores, inversionistas, empresarios y la alta gerencia de las empresas hacen enormes aportes de carácter social mucho más allá que pagar 4% por cada trabajador a las cajas de compensación; hay miles de programas de responsabilidad social empresarial que pasan desapercibidos, que no se conocen, no hacen bulla o que nunca llegan a la opinión pública generalista. Miles de empresas colombianas se vinculan con sus comunidades de manera directa con programas similares a los que ya pagan formalmente a las casas de compensación, en esas mismas necesidades básicas insatisfechas. El sector productivo -hombres de negocios grandes, pequeños y medianos- son solidarios con sus trabajadores y familias, y ha erigido todo un sólido sistema de compensación que ahora en época de pandemia está jugando un papel determinante. Pero hay nuevas facetas invisibles. El valor compartido, promulgado por Michael Porter, bajo la premisa de que hay que alinear el éxito de las empresas con el éxito de las comunidades, ha hecho cultura en varios sectores económicos de ciudades que hoy tienen a raya el crecimiento del desempleo y que son ejemplos de bienestar y trabajo denodado en contra de la precariedad, Bucaramanga, Barranquilla y Medellín son ejemplos de sociedades emprendedoras que trabajan con sus comunidades, trascendiendo las simples prácticas de la responsabilidad social e impuestos parafiscales de compensación para vincularse más. La sostenibilidad social y ambiental son figuras que han ido ganando relevancia en el marco de acciones empresariales, pero toda esa batería de apoyos corporativos a sus comunidades -independientemente del tamaño de los negocios- están siendo atacados por intereses oscuros que quieren borrar con protestas, bulos y bloqueos el gran aporte de quienes hacen negocios al desarrollo de las personas. Quieren reescribir la historia, tumbar monumentos, borrar los avances de una sociedad en pleno desarrollo, no involutiva.
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