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Es inédito que el floreciente e-commerce use durante la destorcida del consumo, luego de más de año y medio de pandemia, la escasez de contenedores para incumplir y subir precios
Son varios los elementos de la ecuación de altos precios en las compras decembrinas que se avecinan para explicar por qué hay incumplimientos y costos inusuales en las importaciones de China. Todo comenzó hace dos años, justo el 8 de diciembre de 2019 cuando el covid-19 apareció en la escena mundial, poco antes de la celebración del año chino de ese entonces.
Lo que le siguió a la salud de la población de todos los países y la economía global es historia; el mundo entró en un limbo de manos caídas, industrias cesantes, manufacturas frenadas y, sobretodo, puertos solitarios, barcos atracados, contenedores vacíos; ese era el panorama en la inmensa mayoría de los puertos del sudoeste asiático, la fábrica del mundo. La producción se retrasó, los pedidos se incumplieron y los precios subieron. Tecnología, juguetería, autopartes, ropa, medicamentos y algunos alimentos producidos en la segunda economía del mundo no solo escasearon, sino que armaron un trancón.
Un flete de China a Estados Unidos costaba durante el pico de la pandemia US$4.500, precio que ahora ronda los US$22.000, un costo cuatro veces más alto que se está trasladando a los compradores, quienes, dicho sea de paso, se habían abstenido de hacer comprar, pues una inmensa mayoría de personas estaban aisladas en sus casas.
La baja demanda y la imposibilidad de mover contenedores y cumplir con las obligaciones con los compradores de occidente hizo que el comercio global marítimo cayera 4%, una cifra que no se veía en la historia reciente.
Las cadenas de suministro a nivel mundial se afectaron, incluso en Colombia los despachos de café y otras exportaciones se vieron perjudicadas; las importaciones de materias primas sufrieron con las entregas y mucha industria se quedó parada por un infarto al que nadie le ponía atención, pues la prioridad era la vacuna y lograr que menos personas murieran durante la pandemia, que ya está pasando a la historia.
El gran problema es que subsanar la situación, normalizar el servicio de contenedores en todo el mundo, acelerar el cargue, el descargue de productos y servicios, más la operatividad de todos los puertos, va a costar varios meses más, con una consecuencia nada silenciosa para las economías: aumento de precios y una inherente inflación que ha resucitado con especial dureza en las economías emergentes.
La pregunta que se deben hacer los modelos econométricos es cuántos de estos precios altos que hoy se pagan por ropa, tecnología, autopartes y alimentos, volverán a sus niveles prepandémicos. En el caso del petróleo, dicen los expertos en el sector que el barril de crudo por debajo de los US$60 tardará en verse de nuevo.
Lo mismo sucede con los alimentos que han experimentado alzas; es difícil pronosticar cuándo se volverán a estabilizar, máxime en los tiempos de gran demanda que se avecinan. Por ejemplo, los ajos y las lentejas que se consumen en Colombia se compran mayormente en China, hoy valen casi el doble que a finales de 2019, y seguramente se quedarán arriba por varios meses más.
La inflación que se ve en todos los países del mundo tiene muchas externalidades y la de los contenedores aún no ha sido evaluada en países muy dependientes de las importaciones. El único vaticinio real es que será un cierre de año muy dinámico, pero con altos precios de cosas mínimas.
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