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La opinión pública en Colombia está capturada por temas judiciales que no permiten observar que hay un país económico que va andando mejor que antes, a pesar de tanta adversidad
La expresión precisa es “a veces, los árboles no nos dejan ver el bosque” y es un refrán que se usa con más frecuencia en inglés como “sometimes, we can’t see the forest for the trees”; no quiere decir una cosa distinta a que en ocasiones la concentración en un solo tema dispersa o hace pasar desapercibidas situaciones más amplias y que pertenecen a una misma realidad. Es más o menos lo que sucede con la coyuntura política colombiana y el rumbo de la economía. Está claro que la diligencia jurídica ante la Corte del expresidente Álvaro Uribe, sumada a la espectacular fuga de la excongresista, Aída Merlano, son dos árboles frondosos que no dejan ver otras realidades menos populares como es el buen rumbo que está tomando la economía, muy a pesar del crecimiento del desempleo -con origen en la masiva migración venezolana- y de la devaluación del peso también con origen en factores externos.
A unos 80 días de terminar 2019, las cifras que presenta le economía han mejorado poco a poco y la meta de crecimiento del PIB presentada en el marco fiscal, de 3,6%, puede alcanzarse a la luz de los comentarios del ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, sobre un crecimiento en el tercer trimestre de 5,3%, cifra aupada por los buenos precios del petróleo, la recuperación de la actividad industrial y un consumo en franca mejora.
Seguramente, el ministro tiene más datos del sector agricultor y la construcción para lanzar semejante buena nueva. La inflación va a terminar el año muy cerca del techo previsto por el Banco de la República en torno a 4%, porcentaje que será levemente superior al del año pasado, pero previsto dentro de las metas macroeconómicas. Ese 4% de variación de los precios al consumidor será un buen partidor para proyectar el dato del próximo año y que es el clave para aumentar el salario mínimo, debate que ya empieza a calentarse y que seguramente será prematuro al pasar las elecciones regionales del último domingo de octubre, cuando se elijan los nuevos alcaldes y gobernadores para 2020-2024.
Cuando las cosas se miran desde el sector privado, este año que termina ha estado marcado por una dinámica de negocios, muy superior a lo sucedido el año pasado y una fuerte dinámica de nuevas inversiones -particularmente en el sector de los hidrocarburos- que supera con creces a los años anteriores. La apertura de nuevos centros comerciales, el crecimiento de las exportaciones no tradicionales, las nuevas líneas de crédito, los avances digitales y la llegada de inversiones a las regiones, son noticias o sucesos que poco ven las primeras planas ni son objeto de columnas, porque los generadores y formadores de opinión se concentran en lo más espectacular (por lo general malas noticias del ámbito judicial) o en lo que genere mayores ‘likes’ o aumente sus ‘followers’, y el buen aroma que toma la economía no sintoniza con esa forma de comunicar la situación nacional.
Muchos quisieran que Colombia hoy se contamine de lo que está pasando en Argentina, Perú o en Ecuador para que el país termine siendo como Venezuela y así el socialismo del siglo XXI pueda alcanzar su meta de repartir pobreza y desolación en el continente. No hay que concentrarse solo en las marchas y protestas y escándalos judiciales; hay un país económico que va bien y puede mejorar.
Para desvanecer el reino de la incertidumbre se necesitan acciones concretas, con foco y objetivos precisos, 2025 debe ser un tiempo de hacer, ejecutar, quejarse menos y garantizar resultados