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Pareciese que Colombia va en contravía, mientras otros gobiernos rodean con ayudas a las empresas para que generen empleo y sean el motor, aquí ya se piensa en otra tributaria
Ayer la noticia que le daba la vuelta al mundo empresarial era la millonaria ayuda aprobada por el gobierno francés para que sus empresas no profundicen la crisis derivada del covid-19. Una jugada que ha sido copiada por varios gobiernos de la Unión Europea quienes han entendido, que más allá de los alivios tributarios, la cesación o aplazamiento de algunos pagos oficiales, es un deber nacional lanzarle un verdadero salvavidas a su tejido empresarial, que es a la postre el verdadero motor de la recuperación, no solo por ser el mayor generador de empleos formales, sino porque son las empresas las que soportan el peso tributario.
No hay que hacer muchos estudios comparativos para darse cuenta que los gobiernos de la Ocde le están apostando a las ayudas directas, a los créditos blandos, a los subsidios dirigidos a sectores vulnerables y al respaldo total a sus empresas para garantizar una suerte de “seguridad empresarial pospandemia” que evite una mortandad masiva de industrias nacionales cuya sobrevivencia está comprometida no solo por el cierre de los mercados locales e internacionales, sino por la voraz competencia de las multinacionales tradicionales que están viendo en esta crisis una oportunidad para crecer de manera inorgánica en los mercados protegidos o muy competidos. Otra manera de decir las cosas es que el coronavirus le está abriendo camino a las empresas más poderosas del mundo en todos los sectores para entrar en donde se han ido debilitando los locales. Si bien la competencia puede justificar esta situación o plantear que es una “situación darwiniana” en la cual solo sobrevive el más fuerte, es una falacia pues la sobrevivencia de las grandes corporaciones europeas, chinas o estadounidenses se debe a que sus gobiernos las han protegido de la quiebra, han subsidiado su crisis del covid-19 y las han aupado a ocupar mercado otrora hostiles, cerrados o competitivos donde no podían llegar. Es una paradoja que el Gobierno Nacional debe entender y no ir en contravía de lo que están haciendo sus socios del “club de las buenas prácticas”.
Hay tres universos económicos que están interrelacionados los unos a los otros. El primero es el de los consumidores que dependen de la generación de empleo y de sus ingresos para poder adquirir los bienes y servicios que determinan la demanda. El otro jugador son las empresas, el sector privado que produce esos bienes y servicios, pagan impuestos, generan empleos y desarrollan la sociedad en términos de innovación. Y el tercer jugador son los gobiernos democráticos que representan la institucionalidad, que no es otra cosa que las “reglas de juego” de cómo se interrelaciona la oferta y la demanda. En esa suerte de roles y funciones, es menester del Gobierno Nacional brindar un ambiente más favorable para las empresas en donde reside el pago de los impuestos, la generación de puestos de trabajo, el desarrollo y la innovación. No se puede entender cómo si aún no se ha salido de la crisis de la pandemia, sin ningún tipo de concertación las autoridades económicas estén pensando en más impuestos para las empresas en lugar de un plan de ayuda y salvamento para sectores dorsales de la economía. Atravesamos por un momento de gran liderazgo y fórmulas a largo plazo, no de decisiones inmediatistas para cuadrar la caja.