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Lo que está pasando con el fútbol femenino también puede titularse la ‘revolución del pico’, todo un cambio radical en el deporte más masivo y rey del espectáculo mundial
Hasta hace tres o cuatro décadas había clubes sociales en donde sólo admitían hombres, con el paso de los años y las grandes tendencias sociales de cambio, se convirtieron en antros proscritos por la misma sociedad que los privilegió durante siglos.
Lo mismo le está sucediendo al fútbol en donde las futbolistas en todo el mundo libran una verdadera guerra en contra de las instituciones que han regido el deporte más masivo y el rey de todos los espectáculos.
Una ‘revolución del pico’ que comenzó durante la plena celebración de la primera copa mundial ganada por las futbolistas españolas; la narración es simple: uno de los directivos sobreexcitado se precipitó sobre una de las jugadoras y la besó en la boca, y allí fue Troya, la redes sociales se encargaron del resto y hoy las reivindicaciones de las campeonas mundiales son auténticos vasos comunicantes con el resto de los países, generando cambios estructurales para bien de la igualdad de género en el deporte más influyente.
La comunidad del fútbol ha aceptado los cambios a regañadientes y de dientes para dentro siente una derrota, pues los vientos de cambio no se quedarán allí y vendrán nuevas modernizaciones vanguardistas que no solo abrirán las puertas a las mujeres, sino a los cambios tecnológicos y de las reglas mismas en el campo de juego.
Nada raro que en pocos meses, o años, a alguna federación asociada a la Fédération Internationale de Football Association, mundialmente reconocida como Fifa, decida meter una, dos o tres mujeres a un equipo de talla internacional en un partido oficial, lo que generaría un boom que hoy solo se ve en los recreos de colegios en los que niñas y niños corren en las mismas condiciones detrás de un balón.
Esa sería la epifanía de que las cosas cambiaron y que el fútbol no volverá a ser el mismo pues estaría saliendo de las cavernas machistas retratadas en el pico de Rubiales. No es una exageración cuando se dice que la Fifa es más influyente que la ONU, está integrada por 211 selecciones nacionales confederadas por continentes en una de las organizaciones privadas más poderosas de la historia.
Las seis confederaciones existentes, AFC (Asia), CAF (África), Concacaf (Norteamérica, Centroamérica y el Caribe), Conmebol (Sudamérica), OFC (Oceanía) y Uefa (Europa), son plataformas económicas bien estructuradas que nutren a los países miembros de entretenimiento los 365 días del año; un verdadero caso económico que nunca antes había visto erosionado su poder, por la avalancha de cambios que le está imprimiendo el fútbol femenino.
El fenómeno en Colombia no se queda atrás, el problema es que en este país santanderista se quieren montar en esa revolución investigaciones, denuncias, demandas y amenazas. La Superintendencia de Industria y Comercio abrió investigación y formuló pliego de cargos contra la Federación Colombiana de Fútbol, la Dimayor y la mayoría de los equipos, que supuestamente, desde 2017 han participado en la Liga Femenina de Fútbol por una eventual cartelización salarial en la contratación de las jugadoras.
Dice la Súper que las posibles irregularidades en los contratos han perjudicado la creación de una liga sostenible. Las empresas privadas de ese negocio han alertado que “de llegar a haber medidas por parte del Estado, podría pedir la intervención de la Fifa y esto llevaría a cancelación de competencias, cese de actividades y exclusión de Colombia del Mundial”. Los coletazos del cambio en el deporte rey.
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