De los mejores días cafeteros a la incertidumbre

El último lustro de la caficultura colombiana ha sido muy bueno, pese a que no les gusta hablar de bonanza porque saben que los vaivenes de su cultivo se aferra los ciclos del clima, la economía doméstica y el comercio internacional.

El precio se ha mantenido por varios años en el mercado global por encima de los US$2 y de los $2 millones, en el exterior e interior respectivamente, buenos dividendos acompañados de cosechas voluminosas que superan los $14,5 billones, casi US$3.800 millones en exportación de sacos de café de alta calidad, muy a pesar de que analistas y consejeros acosan a la caficultura local para que aumente volúmenes renovando sus cafetales y se metan de lleno a sembrar variedades robustas que tienen más demandadas en países emergentes en consumo como China o India. Pero esa será una discusión para otro momento, pues luego de siete años al frente del liderazgo cafetero, Roberto Vélez le ha dicho adiós a la presidencia del gremio más poderoso del agro colombiano, la Federación Nacional de Cafeteros; en medio de grandes pugnas políticas internas no deja de ser un sector que le aporta 3% al PIB agropecuario, que apoya a más de medio millón de familias en casi todos los departamentos y que ha demostrado ser el mayor redistribuidor de equidad en el campo y erradicador de cultivos ilícitos.

Es una paradoja, el cultivo siempre busca regiones pobres que quieren pacificarse, las recupera y avanza en búsqueda de nuevos lugares de mano de obra barata, alejadas de la periferia y con economías familiares compactas. El eje cafetero desde hace una década no se halla en los tradicionales departamentos de Risaralda, Caldas y Quindío, como otrora fuera por niveles de producción y de cultura cultivadora; ahora los mayores productores, no los más eficientes, están en Huila, Cauca y Nariño. Antioquia sigue siendo el segundo departamento con mayores volúmenes de siembra, pero en términos de familias beneficiadas y fincas dedicadas al grano, ha ido cediendo su protagonismo histórico.

Incluso departamentos no tradicionales en el cultivo del café como Caquetá, La Guajira o Magdalena, ya aparecen en el mapa peleando protagonismo económico y político. Esa es la nueva coyuntura que tendrá que enfrentar el Gobierno Nacional para escoger al reemplazo de Vélez, quien logró ser elegido hace siete años casi por unanimidad entre los comités departamentales que tienen la voz cantante en el momento de presentar los nombres, pero es el presidente, Gustavo Petro, quien a través de sus ministros de Hacienda, Agricultura e Industria, tiene la sartén por el mango dados esos puestos en la Junta Directiva. Pueda ser que la Federación, que maneja importantes recursos parafiscales, no caiga en una politización que afecte las regiones cafeteras, pues no se puede desconocer que en más de un siglo de historia agraria del grano y de 90 años de la Federación, su aporte ha sido enorme en lugares en donde el Estado no ha hecho presencia. Los comités y el gremio central han construido acueductos, escuelas, colegios, ha hecho carreteras e incluso es amigable componedor en problemas en donde la justicia no llega. Colombia le debe mucho a los cafeteros y los cafeteros les deben mucho a los demás colombianos, quienes les ayudan con impuestos cuando llegan las vacas flacas.