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Es una paradoja económica: producir leche es bastante costoso, al tiempo que venderla es muy barato, pero al consumidor se le sigue cobrando caro ¿cómo salir del problema?
Los expertos en el mercado lácteo colombiano explican que la leche está muy barata, especialmente por dos razones: una inédita contracción en la demanda de 8% anual en el volumen de ventas; y dos, porque el clima ha generado una sobreproducción que el mercado local no ha podido absorber.
La consecuencia es que hay mucha leche, queso y yogur en inventarios, situación que puede volverse más crítica en el segundo semestre por la cantidad de forraje, gracias a las lluvias, más partos y mayor producción por vaca en el segundo semestre.
El panorama para los productores es dramático: el precio que les pagan las grandes pasteurizadoras ha caído entre 13,5% y 16,6% en el último año y le han impuesto a los ganaderos restricciones en el volumen de leche que comprarán; así las cosas, el productor tiene menos ingresos por menor precio y por menor volumen que logra vender.
El bajo consumo sumado a la gran oferta, vía altos inventarios, está sacrificando al productor, a quien bajan el precio y restringen el volumen, se compran a diario, sin que nadie pueda hacer nada para impedirlo; a lo que se suma que es un producto perecedero que se daña en pocas horas. Al final, “los productores son el eslabón más vulnerable y quiénes han cargado con el mayor impacto”, reza la queja popular entre los lecheros sin que la institucionalidad pueda hacer alguna cosa para mejorar la situación. Secretarías de Agricultura, gremios del sector y Ministerio de Agricultura son unos convidados de piedra, es una situación que es bastante complicada y que amenaza la producción de leche local.
Por ahora, lo único viable es que se desarrollen programas del Fondo de Estabilización de Precios de la Leche y de la Carne, para lo cual hay casi $12.000 millones que se están ejecutando vía compensaciones a la industria; debe haber menores diferencias entre los precios de planta y al consumidor; facilitar el almacenamiento lácteo, descongestionar el mercado; garantizar la recolección de toda la leche, pero sobre todo, lanzar una gran campaña de consumo de leche y sus derivados.
Yerran los productores de leche cuando tratan de llamar la atención derramando tinas de leche ante las cámaras de televisión; es una protesta obsoleta, pues a nadie le importa la reacción de los productores, quienes no han salido a explicar su realidad económica.
Una gran enseñanza es la que envían al mercado las cooperativas lácteas, quienes no solo garantizan la compra de la leche que sus asociados producen, sino que mantiene un precio justo muy acorde a los costos de producción de un litro de leche, que incurren en componentes o gastos como mano de obra, pastos, forrajes, alimentos importados, predial de las fincas y servicios públicos; todos costos muy elevados, que ciertamente, suben por ascensor mientras el precio va en caída libre.
La Superintendencia de Industria y Comercio, tiene la obligación de focalizar sus investigaciones, de cara al consumidor, sobre las grandes empresas compradoras de leche y los supermercados que abusan de las marcas propias de bajo precio, no solo en reducción de valor al consumidor, sino en mezclas con lactosuero, un derivado que es mezclado con leche pura para rendir las ventas, pero engañando a los consumidores, pues no es leche pura, razón por la que es más barata en perjuicio de casi medio millón de colombianos dedicados a ordeñar vacas.
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