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A la inmensa mayoría de las madres nadie les reconoce nada por ser el epicentro de la llamada economía del cuidado, que debería ser piedra angular de una verdadera revolución
Por definición, la llamada “economía del cuidado” busca valorar las actividades de cuidado y atención enmarcadas en el trabajo doméstico no remunerado, es decir, todo lo que han hecho las madres de familia durante siglos.
Lo lamentable es que estas actividades son una suerte de bienes o servicios económicos que no generan valor para las economías, pero que de no existir quien las realice, representan costos en tiempo, dedicación y energía necesarios para producirlos.
Es decir: si las mamás no estuvieran en las casas al frente de muchas actividades caseras, de cuidado y de administración, alguien debería hacer esos roles y funciones. Otra realidad lamentable es que son “revictimizadas”, pues para hacer esas tareas “por amor gratuito” abandonan sus carreras profesionales.
De acuerdo con un reporte publicado por The Economist, el cuidado de los recién nacidos ha provocado en las mujeres una disyuntiva entre sí cuidar a sus hijos o enviarlos a guarderías (que por lo general son costosas).
En América Latina, 38% de las mujeres empleadas abandona sus puestos de trabajo (es decir, cuatro de cada 10) después de tener un hijo y 37% sigue fuera de la fuerza laboral una década después de haber dado a luz. Dice la publicación inglesa que las dinámicas laborales en el mundo nunca se han comportado de forma homogénea.
Mientras que, en el siglo pasado, las guerras y el machismo relegaron a las mujeres a las labores del hogar, la actualidad mantiene desafíos en la brecha laboral por el género, en particular por las madres que tuvieron que suspender o aplazar su profesión para criar a sus hijos.
“Mientras que en todo el mundo, 95% de los hombres entre 25 y 54 años está en la fuerza laboral, la cifra para las mujeres de la misma edad es sólo 52%”. Esta brecha se explica desde el acaparamiento de las tareas de cuidado infantil que provoca que las mujeres abandonen temporal o definitivamente su trabajo después del nacimiento de su primer hijo.
En Colombia existe hasta una ley que sensibiliza sobre el tema, pero se ha quedado corta, pues el asunto es de cultura, de tradiciones. La Ley 1413 de 2010, que hace referencia al trabajo no remunerado que se realiza en el hogar y relacionado con administración de la vivienda, cuidados a otras personas del hogar o la comunidad, aún está en pañales, dado que no se ha logrado que ese millonario aporte sea tenido en cuenta en los números del PIB.
Hay una fuerza de trabajo no remunerado que construye país, de manera invisible, que no ha sido bandera de nadie, incluso del mismo abortado Ministerio de la Igualdad que nunca tuvo pies ni cabeza, ni logró tener la argumentación teórica ni las cifras a la mano para poder desarrollar políticas públicas que protejan a las mujeres cabeza de familia.
El Día de la Madre es importante para el comercio y para la idiosincrasia de las familias, pero debe ir más allá y reivindicar la economía del cuidado. El Gobierno Nacional y los altos tribunales dieron un paso importante al reducir las semanas de cotización a pensión de las mujeres a mil y 57 años, además de promover que a las mujeres con hijos se les reduzcan 50 semanas de cotización, por máximo dos hijos; estos son pasos enormes en visibilizar más el rol y las funciones de las madres en un país como el nuestro, que debe sintonizarse con lo que está sucediendo en el marco de las economías de la Ocde.
Para desvanecer el reino de la incertidumbre se necesitan acciones concretas, con foco y objetivos precisos, 2025 debe ser un tiempo de hacer, ejecutar, quejarse menos y garantizar resultados