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Manosear Ecopetrol e ISA, convertir esas empresas en territorio de disputas ideológicas, puede costarle al país más atraso
Las empresas más estratégicas de Colombia, muy de lejos, son Ecopetrol e ISA, dos grupos que nacen como políticas públicas y que desde hace más de siete décadas no han hecho cosa distinta a hacer crecer al país; la primera a través de la exploración, producción y exportación de petróleo, y la segunda, por medio de interconectar la electricidad de todas las regiones.
Curiosamente, y en buen momento, ambas compañías hacen parte de las empresas comerciales del país, luego que Ecopetrol se hiciera con la mayoría de las acciones de la empresa mixta, conformando uno de los grupos económicos más importantes de América Latina, espina dorsal de la economía colombiana y desarrolladoras de negocios en la región.
Hoy Ecopetrol e ISA están en manos del gobierno de turno, que ha tenido ideas disruptivas frente al papel de la petrolera y de la empresa de transmisión; ideas que bien pueden ir en contravía del mercado y del sentido común de los negocios que le convienen al desarrollo del país y para sacar a más de 15 millones de colombianos de la pobreza.
El frenazo de la explotación de crudo y la rebaja de la energía a sombrerazos pueden ser dos decisiones del Ejército que se pueden lamentar en un futuro no muy lejano, lo primero, porque Colombia vende bien petróleo en un momento de demanda, dinero que usa para financiar el presupuesto general de la Nación, y lo segundo, la matriz energética colombiana es muy sana y debería enfocarse en que ISA lleve más energía a Centroamérica y a Ecuador; de tal manera, que verdaderamente el país sea exportador de energías renovables.
No se puede jugar con ISA y Ecopetrol en este momento. Ambas empresas han entendido cada uno de los momentos económicos y este no puede ser la excepción. La historia de empresas públicas colombianas sepultadas por ignorancia, incapacidad técnica, falta de visión, corrupción y captura de politiqueros y populistas es muy larga: compañías públicas de puertos, ferrocarriles, esmeraldas, carbón, aeropuertos, aviones, agricultura, casas, bancos, fertilizantes, vacunas, abonos, carreteras, telefonía, distritos de riegos, etcétera.
Se corre el enorme riesgo de que Ecopetrol e ISA engrosen ese listado si la actual alta gerencia no asume con grandeza el reto de sacarlas adelante, no solo porque son compañías mixtas que cotizan en las bolsas de valores de Bogotá y Nueva York, sino porque están en el medio de ideologías oposicionales.
Tanto la empresa eléctrica como la petrolera no deben tener mandato distinto a generar riqueza y prosperidad para el Estado y los accionistas. No se pueden ideologizar, tal como sucedió en su momento con otras empresas públicas.
Pensar que ISA, Ecopetrol y ahora Colpensiones son gallinas de huevos de oro para financiar políticos corruptos o campañas de apego al poder, es una de las mayores equivocaciones históricas. Algo debe pensar el país económico hacia el futuro para dotar a estas tres compañías de gobiernos corporativos probos que les den tranquilidad a los colombianos.
No es una discusión entre lo público y lo privado, ni si Keynes o Hayek tiene la razón del papel del Estado en la economía, es una postura sobre cómo solucionar las precariedades de una sociedad emergente como la colombiana. No se puede dañar lo que funciona, ni mucho menos, ser un Robin Hood a la inversa, quitar las empresas públicas a la gente para convertirlas en cajeros de campaña de temporadas electorales. No se puede jugar con candela, pues el golpe de la historia siempre será más contundente.
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