El Congreso es el epicentro del país económico

Con el paso de los años el papel del Congreso de la República ha venido creciendo en lo que tiene que ver con el mundo económico, muy a pesar de que los lunares aún permanecen y que las prácticas políticas para asegurar que las leyes tengan un buen trámite se mantienen.

El actual Gobierno Nacional, la primera administración central abiertamente de ideas de izquierda ideológica, ha desembarcado en la Cámara de Representantes y el Senado todo un arsenal de reformas económicas, políticas y sociales simultáneas, que obligan a ponerle el ojo a todo lo que allí se discute, sus protagonistas, inhabilidades y acciones subyacentes que allí se originan.

La pasada reforma tributaria fue aprobada por la aplanadora de congresistas afines al Gobierno Nacional haciendo una demostración de poder, pues nunca en la historia se había sacado adelante un rediseño tributario que superó los $20 billones; ahora el turno es para la reforma la salud que es una estatización del sector más neurálgico para los colombianos.

Su trámite en el Congreso debe ser ejemplar y hay que cuidar, al tiempo que estar vigilantes, a que los senadores y representantes no negocien grotescamente beneficios personales con contratos y burocracia su aprobación, pues se está jugando con lo más sensible para la sociedad colombiana, la salud, máxime pocos meses después de una gran pandemia que la puso a prueba y de la que el país salió bien librado.

No se debe partir de que todos los congresistas son negociantes y que su postura en la discusión de la reforma de la salud vaya a estar comprada por puestos en empresas públicas o contrataciones para sus patrocinadores; son muchos los parlamentarios elegidos que tienen estructura política, deseo por seguir construyendo un país mejor y que operan bajo la ley de bancadas que es una garantía para que los proyectos de ley tengan buenas discusiones de cara al país; lo contrario sería que los ministros puedan sentarse uno a uno a comprar los votos para sacar adelante los proyectos de ley.

Nadie duda del rol decisivo del Congreso en este momento, que ha recuperado su papel de epicentro económico, pero el temor y la incertidumbre rondan por los cantos de sirenas que ha plantado el Gobierno sobre el fortalecimiento de la salud en las regiones, las próximas elecciones regionales son el tema más importante al interior de la discusión de la salud; porque, si verdaderamente se quiere a unos congresistas concentrados que entiendan las implicaciones de propuesta de reforma, las campañas a las alcaldías y gobernaciones no deberían ofrecer a sus potenciales electores mejoras en la atención y acceso a los servicios médicos antes de las discusiones reales.

La eventual estatización o re-estatización del sector de la salud en Colombia, en el que alcaldes y gobernadores vuelvan a definir los nombres de gerentes y directores de clínicas y hospitales, son miel para los caciques políticos que siempre han querido recuperar el dinero de la salud para entronizarse en las administraciones departamentales y municipales.

El combustible que usará el Gobierno para sacar la reforma a la salud adelante no es otro que decirles a los senadores y representantes que van a volver a ser importantes en el manejo de los recursos porque el grueso del dinero será nuevamente público para el supuesto de mejorar servicios, clínicas y hospitales, es decir, volver ese dinero en plata parecida a una suerte de regalías, impuesto de licores u otras platas públicas que nadie sabe qué se hacen.