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La entrada de la Libra de Facebook y el permanente desplome del Bitcoin haN llevado a la Unión Europea a no aprobar las monedas virtuales hasta que no se midan los riesgos
Mientras el mundo económico sigue su rally normal en medio de las típicas cifras macroeconómicas, hay una ebullición financiera que en algún momento -aún muy lejano- cambiará los sistemas de pagos y la manera cómo se transan los bienes y servicios. Se trata de la guerra silenciosa que libran las monedas virtuales para posicionarse como “moneda de cambio” de la economía digital. Todo comenzó en 2009 cuando vio la luz el Bitcoin, la moneda virtual más conocida que hace parte de un nuevo sistema financiero distribuido no emitido por ningún gobierno ni ninguna empresa, por tanto no es considerada como una moneda de curso legal en ningún país, pero es una moda que ha pasado sus altibajos en la década existencia. Su precio ha caído casi 50% en las últimas semanas desde sus máximos anuales de junio, particularmente por la euforia desatada en China y el arrastre generado por el lanzamiento de Facebook de su criptomoneda, Libra. En Colombia, un Bitcoin llegó a costar $40 millones en agosto del año pasado y ha caído a $25,5 millones en los primeros días de diciembre, unas pérdidas que no hayan responsables y sobre las cuales nada se puede hacer en el intrincado mundo de las criptomonedas.
Una situación muy oscura que empezó a ver una luz al final del túnel con la Libra de Facebook, pues era la primera vez que una gran empresa respaldaba este desafío a los bancos centrales y a los sistemas financieros desde la legalidad de una multinacional presente en todos los países y que cotiza en bolsa. Los primeros en actuar han sido las autoridades financieras de la Unión Europea que les ha impuesto estrictas normas de funcionamiento a las divisas digitales porque no han podido valorar todos sus riesgos para los inversionistas ni para los agentes que transan desde plataformas todas en el ambiente de la web. En Europa ninguna modalidad de criptomoneda podrá operar hasta que se hayan determinado y abordado los retos y riesgos jurídicos, reglamentarios y de supervisión. La conclusión es que las criptomonedas no deben debilitar el orden financiero y monetario existente ni socavar la soberanía monetaria europea.
Y es que el tema legal no es menor de cara a las posibles demandas de personas naturales por las eventuales quiebras asociadas a la inversión en criptomonedas. Dicen las autoridades comunitarias que “cuando una iniciativa de criptomoneda estable tiene potencial para alcanzar una escala mundial es probable que estos problemas se amplifiquen, y pueden surgir nuevos riesgos potenciales para la soberanía monetaria, la política monetaria, la seguridad y eficiencia de los sistemas de pago, la estabilidad financiera y la competencia leal”, un escenario posible muy asociado a la volatilidad financiera que está reinando en las inversiones en la web.
El calvario por el que atraviesan las monedas virtuales no quiere decir que en algún momento encontrarán la autopista hacia el futuro, pero primero deberán garantizar la confianza y el respaldo, dos valores inherentes al dinero. Todavía una moneda virtual es un medio transaccional no regulado controlado por desarrolladores que solo gozan de la credibilidad y aceptación entre miembros de una comunidad virtual que buscan la manera de capturar inversionistas ávidos de riqueza rápida que se multiplique con ingenuos.
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