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En menos de un mes, lo chinos se han quedado con el negocio del metro y con una de las minas de oro más grandes, la de Buriticá en Antioquia, así acelera la inversión asiática
Hasta hace 40 años Colombia no tenía ningún tipo de negocios con los chinos, una economía que solo era conocida por abastecer los “sanadrecitos”, los santuarios del contrabando en las diferentes ciudades, pero las cosas han cambiado a pasos agigantados en los últimos cinco años. En las cuentas del Banco de la República del año pasado las inversiones directas del país asiático en Colombia solo eran de US$32 millones y operaban máximo 20 empresas chinas; hoy son más de 80 empresas y se acaban de ganar la licitación del metro de Bogotá, un negocio que vale US$6.200 millones y que les dará 27 años para operarlo, y como si esto fuera poco, la minera más grande de ese país, Zijín, acaba de comprar la mina de oro más importante de Colombia, la de Buriticá, que estaba en manos de la canadiense, Continental Gold, una empresa que ha cambiado de manos tres veces en menos de cinco años. Los chinos pagaron por la mina US$1.000 millones y siguen comprando mercado estratégico en el país; no en vano el presidente, Iván Duque, visitó recientemente su capital y recibió por parte del gobierno de Xi Jinping gran interés para hacer negocios. Está claro que China está comprometida con el financiamiento de grandes proyectos de inversión en sectores de energía y transporte en todo el continente y que Colombia ha dejado de ser la excepción, incluso superando a la tradicional banca multilateral como el FMI, el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo; ahora es común escuchar en la región los nombre de China Development Bank o Export-Import Bank of China, jugadores que están haciendo las grandes negocios no solo en Venezuela, sino en Brasil, Perú y Chile. La razón del éxito financiero de los chinos en Latinoamérica está ligado a que entiende más el subdesarrollo dado que en menos de cuatro décadas pasó de ser un país rural para convertirse en el epicentro financiero de un mundo globalizado. El rezago de la infraestructura en Colombia en donde no hay puertos competitivos y pocos aeropuertos de talla internacional, ha hecho que China se fije en esas necesidades y les apueste, no sin dejar de mirar la riqueza minera de la región.
La gran diferencia es que en Colombia no hay mucho préstamo o créditos multilaterales, sino más bien una inversión extranjera directa en grandes obras, como el metro y alguna 4G. Esto es muy bueno y se genera una competencia con las inversiones tradicionales de países como Estados Unidos, Gran Bretaña o Alemania, pero saltan las preocupaciones por los efectos sociales y ambientales que siempre traen los proyectos liderados por chinos en otros países. Las movidas en Colombia no son aisladas, recientemente, la multinacional Tianqi Lithium compró la cuarta parte de la chilena, Sociedad Química y Minera, al tiempo que Chinalco, amplió su participación en la explotación de cobre en Toromocho, Perú. Y es un hecho que Didi Chuxing, el Uber chino, llegó a todas las grandes capitales para hacerse al mercado de la movilidad con algoritmos más novedosos y con nuevas tecnologías de inteligencia artificial que trabajan conjuntamente con las administraciones. Está claro que 2020 será el comienzo de la presencia china en Colombia y que sus inversiones no solo son ambiciosas sino que conocen los problemas a solucionar y el caos que reina en algunos sectores, lo entienden bien, pues hace solo 40 años eran más pobres que nosotros.
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