El balón está en terreno del ministro Bonilla

Por estos días el ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, debe estar metido de pies a cabeza en las cuentas nacionales, que no son fáciles porque están en muy mal estado y tienen comprometido el engranaje funcional del Estado.

El próximo 15 de junio deberá mostrar el Marco Fiscal de Mediano Plazo, tarea que será revisada con lupa por la banca multilateral, las calificadoras de riesgo y por los centros de investigación; al mes siguiente, el 15 de julio debe entregar el marco de gastos y antes de que el Gobierno Nacional comience su tercer año de mandato debe hacer público el primer borrador del presupuesto general de la Nación para 2025.

Y es que el Gobierno, según cuentas a mano alzada, para poder cumplir la regla fiscal trazada hace un año, tiene que ajustar en el gasto público en cerca de $50 billones, una cifra sin precedentes en la historia del país. El problema tiene su origen en las cuentas mal hechas.

La administración central esperaba obtener ingresos de $352 billones en todo el año para respaldar un Presupuesto General de este año por $503,2 billones. Hoy, a pocas semanas del primer semestre, esos ingresos estarían en alrededor de $292 billones (Informe Banco de Bogotá), lo que significa un desfase de $60 billones, más o menos, lo que obliga un profundo recorte en el gasto público para asegurar el cumplimiento de la regla fiscal.

“En la actualización del Plan Financiero en febrero, cuando el Ministerio de Hacienda reconoció que tendrían menores ingresos a los que esperaba, se prometió un recorte en el gasto primario (funcionamiento e inversión) de $20 billones y llevar al límite el cumplimiento de la regla fiscal al incrementar su previsión de endeudamiento en $15,4 billones hasta $89,4 billones”.

Ahora, El Ministro de Hacienda busca hacerle frente a la situación recortando $20 billones del Presupuesto General de la Nación, acción que requiere un decreto indicando los rubros en los que se hará efectivo; una pésima noticia para la economía pues se esperaba que en el segundo semestre el Gobierno aceleraría la ejecución y el papel estatal haría repuntar el crecimiento y consigo el recaudo de impuestos.

Claramente, el Gobierno Nacional tiene grandes asimetrías macroeconómicas en sus cuentas; los ingresos no son los esperados y las promesas de gasto más altas de las tradicionales, todo en medio de una gran incertidumbre política por el rumbo de las reformas propuestas, de las cuales solo la pensional está a la puerta del horno, pero no la laboral ni la de la salud.

En pocas palabras no hay dinero porque la economía no está creciendo y el recaudo está muy por debajo de sus niveles históricos, con el gran problema de que no se ha presentado un plan contracíclico que le hubiese permitido a la economía rodar por una vía más expedita. Los próximos dos años estarán marcados para el Gobierno Nacional por una inédita estrechez presupuestal, lo que le impediría cumplir con sus promesas de campaña.

Situación que seguramente aprovecharán los ministros para poner sobre la mesa de discusión en el Congreso de la República una segunda reforma tributaria; la primera no fue tan exitosa como se planeó en su momento y de los $20 billones que recaudaría en ingresos nuevos, se está quedando -vía revisión en la alta Corte- en unos $9 billones, lo que la pondría en una reforma tributaria tradicional. Bonilla tiene la palabra, menos mal es un gran conocedor de la hacienda pública.