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La economía del segundo motor global crecerá entre 6% y 6,5% para 2019 en plena guerra comercial con EE.UU., situación que enciende las luces sobre una recesión
China se desacelera en un momento crucial para la economía mundial. Las autoritarias autoridades económicas del gigante asiático han tenido en cuenta varios factores externos e internos para bajarle al ritmo de crecimiento que habían sostenido durante la última década y reducirlo a un porcentaje incógnito ubicado entre 6% y 6,5%, pronóstico que tratándose de China seguro estará en ese lugar indicado, pues nadie entendería o sería incrédulo que el PIB al final de 2019 fuera superior a 6,5% o inferior a 6%, como pudiese ocurrir en cualquier otro país en donde las cifras tienen mayor objetividad y no están manejadas al antojo de un único partido político. Y volviendo a los factores tenidos en cuenta para afinar el crecimiento esperado para este año, los chinos contaron con: el clima internacional complejo y cambiante; la guerra comercial con Estados Unidos; el descenso de la demanda global; el proteccionismo creciente y el auge del populismo en los países socios de China. El primer ministro chino, Li Keqiang, tiene su fórmula y para este año -que ya toca el último mes del primer trimestre- aumentará el gasto público, invertirá razonablemente en la defensa, desestimulará los créditos internos, reducirá la carga fiscal de las empresas, combatirá el déficit presupuestario y lanzará un ambicioso plan de incentivos para los emprendedores tecnológicos; todo un arsenal de medidas diseñadas para enfrentar un mundo cambiante que mucho depende de lo que ocurra en su país, pues para nadie es un secreto que se ha convertido en el socio comercial de varios países que antes nunca estuvieron en su radar, como es el caso de Brasil, México y Chile, solo por citar los ejemplos de sus socios comerciales en la región; todos los anteriores mercados en donde si China sufre un catarro, seguramente les dará una fiebre que duraría varios meses en curarse. Así las cosas, cualquier desaceleración del gigante asiático, primero tocaría las puertas de algunos vecinos de Colombia, no obstante, el impacto en nuestro país no sería tan directo, pero el ambiente de los negocios regionales se enrarecería.
El factor que sí puede afectar a Colombia tiene que ver con la guerra comercial con Estados Unidos que puede golpear a los empresarios locales que importan de China para exportar a Estados Unidos. Las escaramuzas comerciales entre los dos países se sienten en el barómetro de precios en el sector industrial chino que se desaceleró acercándose a una contracción y que afectará las ganancias empresariales. Hace casi una década que China no sentía las consecuencias de un enfrentamiento económico como son la caída en las importaciones, la reducción de los índices manufactureros, una desconfianza en el mercado de valores y unas relaciones deterioradas con occidente. No es que el fenómeno chino esté tocando su techo, sino que el escenario mundial cambió y los tomó por sorpresa; la actitud desafiante y revanchista de Donald Trump frente a las relaciones con el gigante asiático no las esperaban y les ha hecho mucho daño, pues surge el imperativo de cambiar la receta de producción y de relaciones con un mundo cambiante. Hace muchos años que la actividad fabril no se contraía y los pedidos para la exportación cayeron a su ritmo más acelerado desde la crisis global financiera en 2008; es un hecho que la segunda mayor economía mundial sigue perdiendo fuerza, después de que el crecimiento se enfrió en 2018 y lo puso en número de hace casi tres décadas.
Para desvanecer el reino de la incertidumbre se necesitan acciones concretas, con foco y objetivos precisos, 2025 debe ser un tiempo de hacer, ejecutar, quejarse menos y garantizar resultados