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El Dane ha puesto el dedo en la llaga: La caída en el volumen de nacimientos está presente en todos los meses del año, lo que amenaza los modelos de negocio educativo y pensional
A la luz del Informe de Estadísticas Vitales del Dane, hay una tendencia a la baja durante la última década en los nacimientos en Colombia, y desde 2018 la caída es sostenida, el número de nacimientos alcanza 127.676 para el primer trimestre del año, la cifra más baja en mucho tiempo.
Es un hecho global que se ha remarcado en Colombia. Ya en 2018 se ve una tendencia a la baja, incluso desde 2003; y el año pasado fue el peor en nacimientos, con una reducción de -7,5% respecto a 2021, cifra histórica teniendo en cuenta que en el último decenio las reducciones interanuales fueron entre -2,1% y -1,0.
Febrero es el mes de menor registro de nacimientos, pero la caída en la cantidad está presente en todos los meses del año. Septiembre, mes que durante los años anteriores se caracterizó por reportar el mayor número de nacimientos, mostró la reducción más alta frente a 2021, con -140%.
En 2023 continúa el descenso en el número de nacimientos, con un nuevo valor mínimo por debajo de los 40.000 nacimientos en el mes de febrero, cifra que, respecto a 2022, registra una reducción de -9,6%. Hay más hombres nacidos que mujeres, con 51% y 48% respectivamente, siguiendo la tendencia de los años anteriores. La tasa de natalidad también reporta una baja histórica, alcanzando 11%.
Para 2022, el valor más bajo del quinquenio se situó en 11 nacimientos por cada 1.000 habitantes. Una suerte de epidemia global que es noticia en todos los países en este momento, algunos con mayor preocupación que otros.
En Estados Unidos, según el censo de 2022, la edad promedio es de 38,9 años, números que indican que el país está envejeciendo con las consecuencias en los modelos de negocios en la educación, las pensiones, las finanzas y los seguros, en particular. Una población más longeva y con bajos índices de natalidad presiona todos los sistemas y genera falta de fuerza laboral.
El caso de Europa es el más elocuente al necesitar unos 60 millones de personas para poder equilibrar la fuerza laboral que mantenga a los más viejos. El Viejo Continente, como su nombre lo indica, necesita millones de inmigrantes para mantener su nivel de vida; una situación que se acentuó desde la pandemia que puso al descubierto que hay sectores como el transporte, la agricultura, la construcción, los hoteles, la limpieza que necesita brazos para poder subsistir.
Eso explica el fenómeno de inmigración en la última década, pues más que la falta de oportunidades en los países de origen de los migrantes, hay mejores oportunidades laborales en los países desarrollados.
En América Latina, por ejemplo, no es necesariamente por pobreza, violencia o regímenes totalitarios, los jóvenes pueden estar migrando al mundo desarrollado porque simplemente hay mejor calidad de vida y mayores oportunidades de progreso económico. Ese bien puede ser un nuevo orden mundial: la demanda de población subdesarrollada para mantener los niveles de bienestar del primer mundo.
La gran paradoja es que regiones como Latinoamérica también empezaron a experimentar caídas en sus nacimientos de manera sostenida, caso colombiano, lo que a la postre derivará en colapso de los modelos económicos pensionales y educativos en varios países de la región. Todo un nuevo tema que surge y que no es precisamente un cisne negro.
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