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Es clave para definir el voto por el próximo Presidente conocer más sobre el pensamiento económico y las posturas frente al manejo de las cifras determinantes para el desarrollo
La contienda electoral por la que atraviesa el país tiene muchos elementos que la hacen distinta a las anteriores. Por primera vez en más de tres décadas, la guerra verbal y el pulso discursivo entre los candidatos no se centra en el conflicto armado que desangra al país desde hace más de 60 años, ni sobre la lucha contra las drogas, es la economía, su modelo y manejo, lo que va a inclinar la balanza en el momento de decidir el voto. Este, el primer diario económico, empresarial y financiero del país, le ha dedicado gran espacio en su web, sendas entrevistas presenciales, un cuadernillo en el que se comparan las posturas y varios episodios de sus podcast, a publicar lo que piensan y opinan los ocho candidatos en contienda sobre el manejo de la economía. El paraguas en donde recoge una suerte de cubrimiento de las elecciones presidenciales 360, pues la estrategia abarca impresos, audios, videos y piezas digitales para que más colombianos se informen, vean las diferencias y definan bien su voto en función de quienes van a administrar lo público entre 2022 y 2026.
“Es la economía, estúpido” ya es un lugar común en estos debates políticos; un cliché periodístico para decir que el asunto fundamental son las cuentas nacionales, la administración del erario, el marco legal, de desarrollo y de seguridad jurídica para hacer empresa que le dará el próximo Presidente. El cliché se toma prestado de la campaña presidencial que enfrentaba en 1993 a Bill Clinton con George Bush, cuando las familias estadounidenses estaban más preocupadas por la economía que por la seguridad prometida por Bush.
Fue un slogan de campaña que triunfó y que ahora viene como anillo al dedo. Los candidatos punteros en las encuestas (Gustavo Petro y Federico Gutiérrez) representan dos modelos antagónicos de manejo económico y se han ido distanciado poco a poco en el manejo de lo fundamental: los impuestos, las pensiones, el petróleo, la seguridad jurídica y la libre empresa. Pero es en la carga discursiva (contenido de sus palabras) en donde se van a marcar las verdaderas diferencias. Los electores siempre van a recordar o idealizar al Presidente a partir de frases rimbombantes llenas de nuevas perspectivas, lo que tiene impacto directo a la hora de seducir el voto. Pero para lograrlo, los candidatos deben ser los propios autores de las palabras que le dicen a la gente. Las campañas están atestadas de asesores, ideólogos y amanuenses que manejan la marioneta del político con el objetivo de convencer con promesas que luego no se cumplen. Llama la atención que los presidenciables con posibilidades de alcanzar la Casa de Nariño abren la puerta de una nueva tributaria al final de este año; el dilema es si lograrán sacarla adelante en los momentos convulsos que se atraviesan.
El momento de debilidad o de fortaleza política lo determinará, no la verdadera necesidad fiscal, que es evidente. La mecánica de la oratoria ha cambiado, es el momento de acudir a lo breve y contundente, mucho más acorde a las tendencias actuales de consumo de ideas. Al electorado actual, en especial a los jóvenes, se les puede convencer con mensajes breves, llenos de contenido e indiscutibles. Los populismos han hecho hincapié sobre la importancia de la palabra, al tiempo de su peligrosidad; un buen discurso no es igual a una buena idea o un buen mensaje, detrás de un buen orador pueden haber otros intereses.
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