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El Departamento Nacional de planeación debe seguir velando por las políticas de largo plazo; no puede convertirse en un think tank
El Plan Nacional de Desarrollo es la herramienta más importante de planeación estatal que tiene un Gobierno. En él se plasma la hoja de ruta del Ejecutivo para poder llevar a cabo lo que se prometió a los colombianos en campaña. Por eso, no dejó de sorprender el Artículo 35 del ‘Pacto por Colombia, pacto por la Equidad’, el plan de desarrollo del presidente Iván Duque, que propone que el presupuesto de inversión, su asignación, pase de ser responsabilidad del Departamento Nacional de Planeación (DNP) a ser tema del Ministerio de Hacienda. A priori, la idea parece tener sentido: el Ministerio de Hacienda es la entidad que presenta el presupuesto general de la Nación, es el encargado de los recursos para el funcionamiento del Estado, de los giros del dinero para las entidades, y es el responsable de buena parte de la fiscalización de esos recursos. Además, con la intención que tiene el Gobierno de migrar de un presupuesto por sectores y entidades a un presupuesto por programas, pierde el sentido tener la división de recursos entre funcionamiento e inversión. Dicho esto, sin embargo, es contraproducente quitarle al DNP su labor de ser quien designe el gasto dedicado a la inversión.
Desde que fue creado en el gobierno de Lleras Restrepo, el DNP ha tenido la función de pensar el Estado que se quiere, ha sido el encargado de formular las políticas de largo plazo, con una particularidad importante: no solo piensa, sino que es el responsable de distribuir los recursos y de crear el plan de desarrollo para que esas ideas se hagan realidad. Es por eso que el nivel técnico del DNP y de sus funcionarios es indiscutible, y es por eso que herramientas como el Consejo Nacional de Política Económica y Social (Conpes) resultan fundamentales para el correcto andamiaje del Estado, para la adecuada asignación de recursos y para que las políticas que se crean trasciendan a cada presidente.
Es cierto que hay una especie de duplicación de funciones entre el Ministerio de Hacienda y el DNP en la creación y asignación del presupuesto, pero la solución a este problema no es centrar todas las funciones en el Ministerio de Hacienda y convertirlo en una especie de Leviatán de la política económica, más cuando como lo dijo el grupo de exdirectores de Planeación que se opone a la medida, el Ministerio de Hacienda carece de las capacidades técnicas sectoriales que tiene el DNP y que son fundamentales para mejorar la estructuración de los proyectos y la asignación de los escasos recursos de la Nación. Y más aún cuando el DNP ha sido garante de que la planeación del Estado quede lejos de las manos de la política. Además, hasta en el sector privado es normal que existan las oficinas de presupuesto, encargadas del día a día, y las de planeación.
Es tarea del Gobierno encontrar la mejor manera para asignar y ejecutar el presupuesto, pero esto no debe quedar en manos de una sola entidad, ya que todos los días, y de todos los ministerios, departamentos y municipios, llegan cientos de ideas, que deben tener su respectivo filtro y clasificación, y quién mejor para descartar las malas ideas que una entidad que lleva medio siglo estructurando el mejor país posible. Si el DNP deja de tener bajo su manto el presupuesto de inversión, seguramente seguirá pensando en qué se debe hacer para que Colombia sea el lugar que todos queremos; pero sin la potestad de decidir cómo invertir para lograrlo, el DNP no pasará de ser un think tank, y su trabajo puede volverse un saludo a la bandera.