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Reemplazar los camiones viejos por nuevos es otro de los problemas crónicos con los que el país económico no ha podido y que hoy tiene enredada buena parte de la competitividad
Lo más seguro es que en pocos años a algún guionista se le ocurrirá hacer una película, novela o mínimo un documental sobre el problema crónico de la chatarrización de camiones en Colombia. No es una exageración porque el tema tiene todos los elementos: leyes, corrupción, política, cárcel y asesinatos.
En Colombia transitan más o menos 250.000 camiones de los cuales unos 60.000 tienen más de 25 años de recorrer las difíciles carreteras nacionales. Desde mediados de 2006 cuando se negociaba el TLC con Estado Unidos y con mayor énfasis desde 2008 cuando entró en vigencia, se acordó que por cada camión nuevo que entre al país se debía chatarrizar uno viejo en operación. El acuerdo fue “pasado” por la Organización Mundial del Comercio, que a pesar de considerarse una medida paraarancelaria, era una manera de garantizar la importación de vehículos más modernos que garantizaran el transporte multimodal del que se viene hablando desde 1992 cuando estaba de moda la apertura económica y la internacionalización de la economía. Todo eso ha sido letra muerta, pues el remplazo de los viejos camiones ha sido toda una odisea, muy a pesar de las ayudas que se les dieron a muchos dueños, quienes no solo recibieron las ayudas, sino que no sacaron los vehículos del parque automotor.
La estrategia del “uno a uno” fue, es y será siendo perversa, pues no es práctico para la modernización del sector transportador que por cada camión desintegrado solo se abra un cupo para que un vehículo nuevo entre a trabajar; situación que además formó uno de los carruseles más tenebrosos dentro del Ministerio de Transporte dedicado a robarse los incentivos económicos que contemplaba dicha estrategia de modernización. Hay casi 30.000 camiones con más de dos décadas de servicio que se niegan a ser remplazados, sin que el Gobierno Nacional logre avanzar en este imperativo.
El “uno a uno” debe morir, no solo porque va en contra de cualquier tratado con algún país exportador de camiones, sino que es un esquema perverso de obstáculos comerciales que no deja avanzar el sector. Este tira y afloje permanente que ya lleva dos gobiernos se ha gastado más de un billón de pesos y el resultado aún no se ve. Ahora se ha presentado un nuevo Programa de Modernización del Transporte Automotor de Carga que les retribuirá el 100% del reconocimiento económico a los camioneros, que más parece animado a parar cualquier asomo de paro camionero, que de verdad a solucionar un problema que se está volviendo paisaje. Todos los ministros responsables de solucionar el asunto dejaron para mañana esta situación que ahora lo que se asoma son los líos ambientales de los cuales son responsables los viejos camiones que circulan por las carreteras. Es un imperativo para el Ministerio de Transporte que el eje de sus decisiones y propuestas de chatarrización sean enfáticas con el respeto ambiental y la reducción de la inmensa huella de carbono que de estos se desprende. Si bien en el programa de modernización hay algunos incentivos notables, no es el eje principal de la política pública. Todos los gobiernos pasados no le pusieron atención a la contaminación que generan los camiones viejos y se concentraron solo en su modelo y la negociación de recambio, ahora el asunto es el ambiental, que insistimos debe ser el eje central de todo.
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