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Colombia es un país de regiones que tienen ventajas competitivas muy distintas en donde las universidades juegan un papel clave en la construcción social, económica y política
El gran debate nacional en pocos años tendrá que ver con el desarrollo y la puesta en marcha de las necesarias autonomías regionales, de tal manera que el “país nacional” se construya a través de los fuertes “países regionales” autodeterminados, competitivos en impuestos y con libre competencia por inversionistas nacionales o extranjeros.
Los 32 departamentos de hoy tendrán que organizarse mejor a través de unas 10 o 12 autonomías con fortalezas comunes, mercados compartidos, intereses históricos, muy lejos de los caprichosos mapas actuales que nacieron en la Colombia de los siglos XIX y XX y que nunca interpretaron la geografía ni los puntos comunes de sus habitantes, mucho menos se vieron como mercados ni como comunidades educativas o culturales.
Las corporaciones ambientales regionales, las fábricas de licores de los departamentos, las loterías y las mismas cajas de compensación, son un ejemplo de obsolescencia en la organización político administrativa de un país diseñado desde Bogotá que pretende seguir guiando una dependencia anacrónica del centralismo.
Y las universidades deben ser la piedra fundamental para construir regiones fuertes, una asignatura que debe dejar de ser pendiente para convertirse en piedra de toque del nuevo país. Bogotá y sus alrededores solo son una tercera parte del PIB colombiano, pero es donde se marca el destino del resto, muchas veces sin interpretar sus realidades.
El grueso de las mejores universidades está en la capital de la República, pero cada vez hay más en las regiones que sacan la cabeza para competir desde las ciudades secundarias, o los territorios, como les denominan los funcionarios públicos a otras capitales y municipios. Esta semana se conoció la última versión del ranking QS World University, elaborado por la firma británica Quacquarelli Symonds, en el que se identifica a las mejores instituciones de educación superior del mundo.
Mide la producción científica, sostenibilidad, empleabilidad de sus egresados, entre otros aspectos no menos importantes, lo importante en este momento es que Colombia ha progresado en estos listados en las dos últimas décadas y hay 25 universidades, entre públicas y privadas, destacadas entre las mejores instituciones de educación superior del globo.
Este número es más de 10% de las instituciones de Latinoamérica que hacen parte del listado de las 2.963 instituciones evaluadas, y de las cuales 1.500 lograron una posición en el ranking mundial. Universidades como las de Antioquia, Valle, Industrial de Santander, Cauca, Cartagena, Córdoba, entre las públicas, y privadas como Icesi, Eafit, Bolivariana o Autónoma de Occidente, construyen dinámicas comunidades educativas desde la provincia, con grandes resultados académicos e investigativos desde hace pocos años, una realidad que las obliga a construir país desde sus terruños interpretando la biodiversidad, la pluriculturalidad y dando a conocer lo tremendamente distinto que es Colombia.
El papel de las universidades en las regiones es muy distinto al que tienen las instituciones de educación superior capitalinas que ven desde la distancia la realidad nacional; si el país logra que las más de 200 universidades que operan en el país tengan una vocación real de construir una nueva percepción nacional, muchos de los problemas sociopolíticos y económicos estarán resueltos en pocos años.
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