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La concertación nacional es todos empujar para el mismo lado, sin meter palos en la rueda del trabajo en equipo, pero una cosa dice Petro y otra las ministras de Trabajo y Agro
Los 32 gremios productivos concentrados en el Consejo Gremial se sentaron con el Presidente para socializar sus preocupaciones: orden público, crecimiento económico, reformas estructurales, entre otras cosas; una conversación muchas veces aplazada y muy necesaria para el buen funcionamiento del país. En términos generales fue un gran avance en función de trabajar juntos, los representantes de los empresarios y el líder natural del sector público.
Petro, entrado en su segundo año de gobierno, es un líder muy distinto al de hace un año, mucho menos combativo y más conocedor de que el modelo político, económico y social de Colombia no se cambia a las malas, sino con ayuda del sector productivo; además, el Presidente hoy no cuenta con la aplanadora en el legislativo, ni con la calidad del exministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, que lo llevó a sacar una reforma tributaria de más de $20 billones.
Los escándalos, la financiación de la campaña, los funcionarios polémicos, el deterioro de la economía y de la seguridad le han hecho mella y el desgaste ya se empieza a ver; la favorabilidad, popularidad y aprobación de su administración empieza a tocar los mínimos sin que haya nada en el panorama que pronostique cambiar de tendencia.
Vale la pena decir que Petro sigue siendo más popular que sus antecesores, Santos y Duque, en el mismo tiempo, lo que hace prever que aún hay protagonismo y popularidad para gastarla en bien del país, con propuestas que no siempre son las más populares.
Pero hay un problema grave: el Presidente dice, hace y propone cosas, que sus ministros no copian. El ejemplo más claro es lo que sucede con las ministras de Agricultura y de Trabajo. La primera muy enredada con la compra de tierras para hacer una reforma agraria sin pies ni cabeza y sin ninguna hoja de ruta, y la segunda, por tratar de meter a la fuerza una reforma laboral sin mínimos acuerdos con los afectados que son los empresarios.
Es más: muy desafiante en contravía del diálogo del Presidente con los gremios que representan los empresarios. Gloria Inés Ramírez le contestó al gremio de los comerciantes diciendo que “hemos expresado que para miles de comerciantes en este país, los costos laborales impactarán sus márgenes de manera significativa y limitarán las oportunidades de crear más empleo. Ese es un tema crucial (...) No hemos implementado reformas sin involucrar a nadie, las hemos construido con la colaboración de muchos colombianos. Lo que debemos destacar es que esa mentalidad de la Coca-Cola en el desierto ha llegado a su fin”.
Palabras cargadas de resentimiento que en nada contribuyen al papel del Presidente. Y de otro lado, su colega del Agro, Jhenifer Mojica, amenaza con que “una propiedad rural no puede permanecer ociosa por capricho del propietario”, nuevamente palabras necias, pues se ha hablado insistentemente de que no habrá ningún tipo de expropiación.
El problema es que quién determina que son tierras ociosas, cuál es el tiempo de las inversiones en el agro, qué es productividad; muchas claridades que deben ponerse sobre la mesa antes de seguir borrando con el codo lo que el Presidente hace con su mano. El Ejecutivo debe ponerse de acuerdo, de nada vale que el Presidente tienda la mano de la concertación, mientras sus ministros siguen amenazando, sin administrar ni ejecutar los presupuestos.
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