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Se llama Maduro y no solo es el arquetipo de un hombre ignorante, sino un tirano que le niega la comida a sus ciudadanos para seguir en el poder
Unas de las primeras líneas de uno de los libros más admirados son las de El Perfume, de Patrick Suskind, quien comienza su relato diciendo: “En el siglo XVIII vivió en Francia uno de los hombres más geniales y abominables de una época en que no escasearon los hombres abominables y geniales”. Una descripción similar puede escribirse sobre Nicolás Maduro quien no solo ha sorprendido al mundo con el pésimo manejo de las arcas nacionales y su crasa ignorancia, sino también por la irracionalidad con sus ciudadanos a quienes no solo ha condenado a salir en millones de sus casas, en busca de un mejor vivir más allá de sus fronteras, sino que también está dejando morir de hambre y enfermedades a quienes se quedan en una Venezuela que no es viable. Maduro y su puñado de militares que lo sostienen en el poder pasarán a la historia en el capítulo dedicado a quienes no solo han sido tiranos, sino incompetentes y sin muestra algunas de dolor o arrepentimiento por sus errores.
La inflación para enero, según la comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional de Venezuela, fue de 191,6% demostrando que el vecino país no solo no tiene los alimentos básicos y falla en servicios públicos, sino que su moneda (el bolívar) ha dejado de ser un instrumento de transacciones. Los números de la variación de precios son escalofriantes y no se pueden asimilar desde la econometría básica. La inflación interanual observada, entre enero de 2018 y 2019, ronda 2.688.670%, una cifra alarmante si se compara con la grotesca causada el año pasado de 1.698.844%. En la práctica, eso quiere decir, que el modelo económico instaurado por Hugo Chávez a comienzos del 2000 ha sellado su fracaso, a la luz de las cifras macroeconómicas y que reconstruir el tejido económico de Venezuela se llevará más de una década, al menos para llevar a una tasa de inflación similar a la colombiana que es de 3,3%; el crecimiento de su Producto Interno Bruto será una tarea más fácil porque todo estará por hacerse al haber destruido el sistema financiero, las industrias privadas y al convertir la economía en monodependiente del petróleo. A eso hay que sumar las demandas de todas las personas que han sido despojadas durante dos décadas de sus derechos y propiedades. Al problema venezolano no se le puede bajar la guardia por parte de Colombia y los países vecinos que están liderando los cambios estructurales, que deben empezar por realizar unas elecciones libres y monitoreadas por los países que han generado este movimiento internacional para que el régimen inepto de Maduro caiga muy pronto.
El problema ahora ni siquiera es de régimen, es de carácter humanitario, de sensatez y solidaridad por parte del gobierno socialista de facto. Es increíble que rechace las ayudas humanitarias por simple soberbia de dictador en decadencia que sigue condenando a sus ciudadanos al hambre. Es increíble que no se de cuenta de que los precios de los alimentos y las bebidas crezcan 262% en enero; que vivienda suba 202% y que el transporte se incrementó lo haga en 451% y él siga tan campante en medio de discursos populistas. Dice la Constitución Bolivariana que la canasta familiar debe cruzarse con el salario mínimo, pero en enero valió US$165, mientras que el salario mínimo legal es de US$6 mensuales. Maduro está dejando morir de hambre a su gente.
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