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El Duque que arrancó en agosto no es el mismo de febrero, ha pasado seis meses en la Casa de Nariño, y ahora las cosas tienen un ritmo distinto
La semana pasada el presidente, Iván Duque, completó los primeros seis meses al frente de un mandato que lo llevará hasta agosto de 2022. Ahora, sin la expectativa de la reelección que tuvieron los dos últimos mandatarios, el tiempo es un jugador en contravía, pues para nadie es un secreto que si se restan los últimos tres o cinco meses del gobierno, que es un tiempo dedicado a las elecciones, los balances y los informes de gestión, al Presidente le quedan hoy unos tres años largos para encarrilar al país por el sendero del desarrollo, el crecimiento y el bienestar. A la luz de la Encuesta Empresarial que La República publicó en diciembre para evaluar su gestión de arranque durante los 100 primeros días, las cosas no pintaban muy bien y había más expectativa que certeza; la coyuntura estaba enrarecida por el tormentoso trámite de la Ley de Financiamiento y los permanentes debates de la oposición al ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, por gestiones pasadas, pues nada tenía que ver con el presente.
Al completar el primer semestre las cosas para el Presidente son distintas y ahora goza de más certezas que incertidumbres; ha demostrado ser no solo un líder nacional, lleno de juventud y energía, sino un jugador global por el destacado papel que ha tenido frente al problema de Venezuela. El escenario ideal fue durante el Foro Económico de Davos hace pocas semanas, que se convirtió en el punto de quiebre para el nefasto gobierno de Nicolás Maduro e hizo emerger la figura inesperada de Juan Guaidó, cambiando el rumbo de la situación política venezolana. El otro hecho disruptivo en el primer semestre de Duque al frente de los destinos de Colombia, tiene que ver con los resultados concretos en el orden público. No solo por dar de baja a emblemáticos delincuentes, que no vale la pena escribir sus nombres, sino por su decidida posición frente a los reductos guerrilleros que siguen atentando contra el Estado, asesinando inocentes y tratando de devolver al país por la senda del miedo y la desolación. Duque ha demostrado mano fuerte y con ella algunos de sus ministros, que le han cogido un ritmo que poco a poco gana más confianza. Y si en la esfera internacional Colombia tiene liderazgo para el caso de Venezuela, en lo local las cosas empiezan a tomar otro sentido luego de presentarse un Plan Nacional de Desarrollo con aroma regional; haber convocado a una Misión de Sabios que asesore con una hoja de ruta del siglo XXI y comprometerse que este año no se revolverá el tema de las pensiones.
La economía goza de unos indicadores fundamentales muy buenos: la inflación que vigila de forma independiente el Banco de la República está más que controlada en torno a 3,15%; las tasas de interés están a punto de romper récord en estabilidad en 4,25%; el crecimiento para 2019 se espera sobrepase 3,3% según la banca multilateral; la tasa de cambio también goza de estabilidad entorno a los $3.100; y para mayor tranquilidad de las finanzas públicas y el costo de las exportaciones, el precio del barril de petróleo aún está por encima del precio con el cual se hicieron los presupuestos para los años venideros, en torno a US$62,1 el barril de Brent y US$52,7 el WTI. Así las cosas, todo empieza a tomar un buen sendero, ahora solo hay que empujar para que la economía pueda crecer de la mano del sector privado, para que se generen mejores empleos y por ende se paguen más impuestos. Solo con un contexto sano se progresa.
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