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Durante los últimos trimestres el crecimiento de la economía ha estado tirado por el sector del entretenimiento, que se ha convertido en una realidad en un país volcado a los espectáculos
Cuando se hacía prospectiva económica en tiempos de la pandemia, ya hace casi un lustro, se hablaba mucho de la economía en pospandemia y de la avalancha que iba a representar el entretenimiento, el hostelerismo y el turismo, la realidad hoy demuestra que estaban en lo cierto y que en el caso de Bogotá, por ejemplo, la ciudad se convertiría en la sede de multitudinarios conciertos de artistas mundiales cada fin de semana, un sector económico que es la verdadera carne de la hamburguesa de la llamada economía naranja, las promocionadas industrias creativas; mientras tanto, el regreso de las multitudes también se ha sentido en los estadios construidos para el fútbol profesional.
Solo para citar este año, Millonarios FC atrajo a miles de hinchas aficionados a casi todos los partidos de la liga local; las semifinales se sintieron como finales y el estadio, Nemesio Camacho El Campín, no ha estado vacío durante ningún fin de semana durante el segundo semestre del año.
En Cali, el Pascual Guerrero tiene cupo completo garantizado no solo por la final de fútbol en la que participa el América, sino por los conciertos de la Feria de Cali; situación similar experimenta el estadio Manuel Murillo Toro de Ibagué, en donde Deportes Tolima, equipo local que ya es un habitual de las finales de fútbol profesional, es un convocador de multitudes sin precedentes en la región; pero el renglón superior lo representa Medellín con su estadio, Atanasio Girardot, que no solo ha sido sede de multitudinarios conciertos de artistas como Karol G o Feid, sino que se llena con las dos finales en las que participa el Atlético Nacional, un equipo que arrastra verdaderas multitudes indistintamente de la ciudad colombiana en donde juegue y que está experimentado una campaña deportiva y gerencial histórica, al estar simultáneamente en las finales de la Copa Colombia y de la Superliga.
A esta coyuntura económica también se le puede sumar la buena campaña que tuvo la Selección Colombia de Fútbol durante los primeros partidos clasificatorios para el Mundial de 2026, que si bien la sede es Barranquilla, que siempre moviliza multitudes de aficionados, arrastra el negocio millonario de las apuestas en línea.
Los juegos de azar en línea pasaron, antes de la pandemia en 2018, a aportar al sector del entretenimiento 18% a 44% en 2022 y el año pasado a aportarle 53%; esa disparada es la consecuencia cuantitativa de la coyuntura pospandémica, en donde los eventos deportivos han crecido en su aporte al sector del entretenimiento 20%. Con base en cifras del Dane, el PIB del sector entretenimiento saltó 133% desde 2014 hasta 2024.
Los juegos de azar son el principal jalonador del entretenimiento que registra un crecimiento de 450%; es un hecho elocuente que después de la pandemia, esta rama de la economía creció siete veces más rápido que el PIB total, consolidándose como un rubro que impulsa el mercado.
Lo principal de este “reino de las apuestas y el entretenimiento” en que se ha convertido Colombia es la penetración de los celulares y la voracidad de las empresas de apuestas que cabalgan en sus negocios sin impuestos y que, dicho por la misma Dian, presionaron para que los congresistas sepultaran la última ley de financiamiento, en donde se gravaban con 19%, tal como ocurre con ese tipo de actividades. Este será uno de los pendientes que tiene el Ministerio de Hacienda para el nuevo año.
No hay un viceministro, ni responsables en la dirección de política macroeconómica y la subdirección de programación, roles clave para el engranaje técnico del ministerio
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