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El streaming es para las salas de cine como airBnb para los hoteles o Uber para los taxis, su pandemónium que ha obligado a repensar cómo atraer espectadores a los viejos teatros
Hasta poco años antes de la Primera Guerra Mundial las noticias sólo se podían conocer a través de los periódicos, luego llegó la masificación de la radio, la televisión, el internet y ahora las redes sociales; es más, hasta el siglo XVIII, la única manera de obtener conocimiento eran los libros y fueron los periódicos los que por esos años amplificaron la información y llevaron contenido intelectual a millones de personas.
Pocos años antes de que la reciente pandemia sobrecogiera al mundo, durante 2020, 2021 y una buena parte de 2022, las salas de cine eran sinónimo de películas e ir al cine era una actividad casi obligada para los amantes del llamado séptimo arte, y un plan irremplazable los fines de semana. Antes del covid-19, ya se podían ver películas por plataformas, tiendas de películas para ver en casa y las salas de cine habían experimentado vientos de cambio en su negocio.
Los adelantos tecnológicos que experimentaron los electrodomésticos trajeron televisores de última generación, que mezclados con buen sonido e imagen, instalaron salas de cine en la casa que “amarraron” a la clientela de los viejos teatros a la comodidad del hogar.
A lo que se sumó el desembarco de Netflix, una novedosa compañía de entretenimiento y plataforma de streaming estadounidense que comenzó alquilando DVD por correo en 1997 y que supo entender su mercado y la necesidad que satisfacía, desde la creación de historias hasta el consumidor final, recomendándole qué ver según su historia de consumo, todo a través de internet; el resto es anécdota; lo importante es que la pandemia catapultó su negocio empujando a grandes competidores a copiar su modelo de hacer dinero, pero con todo eso, esa marca pionera del cine por streaming sigue siendo líder en todo el mundo, muy a pesar de que Apple, Amazon, Disney, Google o HBO, quieran hacer lo mismo que ellos hacen y quitarle todas sus producciones o dándoles el rótulo de exclusivas; no obstante, la minería de datos, la agilidad del servicio, su familiaridad en las interfaces la aferran al liderazgo.
Hoy cuenta con unos 12 millones de suscriptores en 200 países y ofrece más de 150.000 películas y series, que dicho sea de paso, se han convertido en la revolución que dejó heridas de muerte a las salas de cine. Si las películas por streaming en la comodidad del hogar hirieron de muerte a los viejos teatros en los centros comerciales, las series son una de las puntillas envenenadas para ese negocio.
Hace cinco años fue todo un suceso que películas solo vistas por streaming participaran en los premios Oscar, sobre lo cual hubo un gran debate entre expertos, pero hoy las cosas han cambiado y las mejores películas solo se pueden ver por servicios como Netflix, HBO o Amazon Prime Video.
Hay una realidad indiscutible y es que las mejores películas están al alcance de la mano a cualquier hora en la oficina o el hogar, satisfaciendo la necesidad de entretenerse, mientras que las salas de cine en los centros de las ciudades, los centros comerciales están pasando su mala hora, muy a pesar de que las cifras de espectadores estén sostenidas; ya no hay tanto furor por estrenos, largas filas que hablen o muestren un negocio vibrante.
El séptimo arte está mejor que nunca pero la manera de acceder a disfrutarlo cambió. Seguramente alguna vez pasará lo mismo con los museos y sus cuadros, con la diferencia que las pinturas clásicas son las mismas y son eternas, no un commodity de fin de semana.
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