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Los gremios económicos más fuertes están jugando un papel crucial en estos días de reformas, pero brillan por su ausencia con estudios serios los del sector de la salud
Hay un adagio popular que reza: “en tiempos de guerra no se dice misa”, se aplica a la ausencia de buenas intenciones cuando la confrontación arrecia, pero puede aplicarse a la inversa, dejar de hacer cosas que se esperan.
Cuando todo en el sector de la salud era tranquilo y no se discutía ninguna reforma en el Congreso de la República, las empresas prestadoras de la salud, las instituciones prestadoras de distintos servicios conexos, los profesionales médicos y todas las actividades que comprometen el sector de la salud, siempre brillaron por su ausencia en el debate nacional sobre la calidad del servicio, es más, nunca invirtieron en los estudios económicos para saber el nivel de satisfacción de los usuarios, nunca hicieron investigaciones de prospectiva y jamás organizaron eventos de impacto nacional sobre el estado de la salud en Colombia.
Esa fue una de las causas para que las noticias sobre la salud siempre fueran malas, incluso durante la pandemia cuando el país se inundó de vacunas chinas; siempre en los titulares de la prensa había una tutela pidiendo un servicio o una EPS que era liquidada, sin contar con el carrusel de las ambulancias o las largas esperas para tener una cita con un especialista.
Las EPS, las IPS o los médicos nunca han tenido un gremio que brille por el alto impacto de sus estudios, su participación en el debate ha sido pobre; se salva lo que han hecho la Andi o Fasecolda, pero en términos generales la reforma a que los somete el Gobierno Nacional los tomó por sorpresa y las empresas privadas que juegan en el sector de la salud nunca se organizaron y ahora que están ad portas de una gran reorganización no saben qué hacer ni cuentan con las conexiones que les ayuden.
El tema de la salud en Colombia nunca ha tenido escenarios científicos, políticos o económicos para ser debatido, su gremialidad nunca ha sido fuerte y eso se siente más ahora que están en el limbo.
Y cuando los gremios sectoriales son ausentes en las discusiones cruciales o no tienen peso ni relevancia ante la opinión pública, esa posta o bandera la deben tomar agremiaciones tradicionales mucho más fuertes y creíbles como las de los empresarios en la Andi, los banqueros en Asobancaria y hasta los constructores en la Cámara de la Infraestructura, pero bastante trabajo tienen éstos con sus asuntos para meterse en las peleas de otros.
Las farmacéuticas locales e internacionales también son industrias bien organizadas que pudiesen haberse manifestado, pero tampoco lo hicieron. Pocos se metieron en el debate en tiempos de las elecciones presidenciales, han sido convidados de piedra, no han aportado nada, nunca dijeron nada cuando las EPS empezaron a cerrarse por mal administradas o se convirtieron en nidos de corrupción.
Vuelve y juega la recomendación sobre la importancia de la actividad gremial seria en estos momentos de ataques frontales contra el sector productivo; no solo con investigaciones probas, congresos sectoriales de peso académico, con debate político, pero sobre todo de comunicar bien y saber decir lo que hacen en los distintos sectores.
Nunca nadie defendió lo bueno o regular que fue, es o será el sistema de salud colombiano, y ahora que está bien comprometida su esencia son pocos quienes verdaderamente saben identificar las oportunidades de mejora para el bien de todos los colombianos en la satisfacción de una necesidad básica fundamental.
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