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En lugar de meterse en la costosa reducción de la jornada laboral semanal, el Congreso debería apurar la legislación del trabajo por horas que convence más a los jóvenes
El ex presidente Álvaro Uribe viene empujando una idea novedosa en Colombia, pero que en otros países ya hace parte de su estructura laboral desde hace varios años. Se trata de cambiar en el Código Sustantivo del Trabajo, el artículo 161 que establece los límites de la jornada máxima y que reza: “la duración máxima de la jornada ordinaria de trabajo es de ocho (8) horas al día y cuarenta y ocho (48) a la semana”. El Ex presidente logró avanzar en el Congreso con su objetivo y ahora se abre camino reducir de manera progresiva la carga laboral de 48 horas semanales a 42. La nueva ley entraría en vigencia en dos años, cuando baje una hora, al tercer año bajará una hora más y en los años cuatro y cinco la jornada laboral semanal se reducirá dos horas en cada uno, para llegar al tiempo acordado. Todo se materializaría en 2026 cuando no se trabajen oficialmente 48 horas de lunes a viernes, sino 42.
A la iniciativa del partido Centro Democrático le han salido muchas críticas de los gremios de la producción por considerarla costosa e inoportuna para sus modelos de negocios, al tiempo que la han calificado de regresiva en términos de generación de nuevos puestos de trabajo formales. Este tipo de leyes en países similares a Colombia no han generado empleo y a la postre debilitan las estructuras empresariales, especialmente en la pequeña y mediana empresa. Puede generar más informalidad laboral, máxime cuando el enfoque de las políticas públicas debería ser aumentar el flujo de personas a la formalidad, no fomentar la contratación por debajo de la mesa y por menos horas.
Pero la gran crítica no debe darse en torno a la reducción de salarios, la generación de informalidad o al estancamiento de la oferta de empleos bien remunerados. El epicentro del debate laboral en Colombia debe centrase en el trabajo para los jóvenes quienes hoy son las víctimas más sentidas del desempleo. Basta con mirar las cifras por ciudades y se advertirá que este es el verdadero problema: Bogotá tiene 371.248 desempleados menores de 28 años, Medellín 155.240, Cali 112.175, Barranquilla 53.821 y Bucaramanga 36.406, para un total de 989.915. Las cifras son las oficiales entre febrero a abril. Eso quiere decir que hay ciudades en donde el desempleo joven se acerca a 30% frente al 15% promedio nacional. Aquí está el verdadero problema social.
Muchas cosas están cambiando en el mundo y la economía colaborativa ha hecho su irrupción en el mercado laboral. Las plataformas digitales, la cuarta revolución industrial y el cambio en muchas profesiones tiene como consecuencia que los jóvenes no quieran “sentarse a calentar puestos”, treinta o cuarenta años esperando una jubilación, tal como lo hicieron sus padres y abuelos. El trabajo por horas bien pagas se está abriendo paso como una alternativa para no solo mejorar los ingresos sino para poder desarrollar modelos de vida mucho más independientes. Pero de esto no se ha enterado el Congreso y no ha interpretado que la verdadera necesidad no es bajar de 48 a 42 horas la jornada semanal, sino darle la posibilidad a los jóvenes de trabajar por horas bien remuneradas, tal como ocurre en los países desarrollados. Ahora bien, lo uno no excluye lo otro, pero si verdaderamente se quiere dinamizar las economías digitales y colaborativas hay que empezar a reglamentar el trabajo por horas. Vivimos otras épocas.
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