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Colombia debe avanzar, antes de la necesaria regionalización, en sistemas de pueblos y ciudades agrupados en áreas metropolitanas que unifiquen el desarrollo de las capitales
Este domingo se realiza en Cali y los municipios de Candelaria, Dagua, Jamundí, Palmira, Puerto Tejada y Villa Rica, las elecciones ciudadanas para que los habitantes voten para la conformación de un área metropolitana del Pacífico, con epicentro en la capital del Valle del Cauca.
Ya existen otras áreas en el país en Barranquilla, Cartagena, Bogotá, Bucaramanga, Cúcuta, Pereira, Valledupar y Medellín, con niveles de desarrollo distintos, pero todas encaminadas hacia la disminución de las precariedades y avance de los necesarios sistemas de ciudades. Estas figuras jurídicas buscan la optimización de las políticas públicas en función de los ciudadanos, quienes siempre han tenido en los políticos corruptos a sus principales detractores, pues no quieren entregar ni un centímetro de administración pública de la cual puedan robar.
Un área metropolitana bien concebida debe administrar, previo acuerdo por los alcaldes, la seguridad, la planeación de los municipios, la infraestructura y el ambiente. En la medida que el país se organice en grupos de pueblos y ciudades, empiezan a quedarse sin mucho juego las anacrónicas gobernaciones y distribuciones políticas caprichosas del siglo XIX.
Los ciudadanos de hoy deciden donde viven, trabajan y estudian, y por lo general, esa decisión está cerca de una gran metrópoli que brinde educación, vivienda, seguridad, movilidad y trabajo. Lo interesante del área metropolitana de Cali es que involucra a un municipio del departamento del Cauca, Puerto Tejada, que económicamente tiene más vínculo con Cali que Popayán, también se podría sumar a Santander de Quilichao.
En el área metropolitana de Pereira también se puede avanzar con Cartago, ciudad del norte del Valle, movidas que ponen al descubierto que el mapa político colombiano es obsoleto, anacrónico y que fue pintado al antojo de patriarcas desaparecidos hace décadas. Toda una reflexión de país y de reformulación del mismo sistema general de participaciones.
La Constitución de 1991 lo hizo bien en la confección de los 1.103 municipios, pero que quedó corta en las regiones. Puso de piedra angular la descentralización a la que se ha opuesto un sistema administrativo abigarrado que juzga de corruptos a los municipios y departamentos. Colombia cuenta con unos 40 municipios de más de 200.000 habitantes que tienen una conectografía distinta a la impuesta hace siglos o décadas.
Los sistemas de movilidad en los pueblos dormitorios, como Rionegro para Medellín, Quilichao para Cali o Cartago para Pereira, empujan a los alcaldes a trabajar en soluciones conjuntas en función de las personas. Ojalá en la nueva área metropolitana del Pacífico se tengan en cuenta los errores de sus similares para no cojear desde el comienzo. Una nueva organización municipal obliga a rehacer varios pilares de la sociedad como los distritos policiales, las brigadas en las fuerzas militares, así como las licoreras o las cajas de compensación.
La delincuencia cabalga en los territorios porque hay teléfonos rotos entre las máximas autoridades de pueblos y ciudades circunvecinos. Todos estos puntos hacen parte de la temática que el país debe enfrentar en la próxima década, sin olvidar la necesaria reorganización de los impuestos en las regiones, una reforma que nunca nadie ha querido emprender.
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