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A la actual legislatura le queda poco más de dos meses y medio, y está patinando en el trámite de discusiones neurálgicas para el país, poca planeación y mucha manipulación
El Senado no logró un acuerdo que permita destrabar la votación alrededor de las objeciones a la ley estatutaria de la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, y decidió que el espinoso tema sea definido por la Corte Constitucional en las próximas semanas. Mientras tanto, casi a pupitrazo limpio, la Cámara evacuaba con ligereza más de 300 artículos del Plan Nacional de Desarrollo sin mayores discusiones, ni el menor interés sobre la temática que están abordando, ni su impacto en las finanzas públicas hasta 2022. Ese es el panorama parlamentario a poco más de dos meses y medio para concluir la primera de sus cuatro legislaturas con un balance bastante pobre, pues han regresado a las comisiones y las plenarias viejos vicios politiqueros que mantienen al Congreso como una de las instituciones con menor credibilidad. Es cierto que la rama legislativa es el escenario propicio para los pulsos políticos, las arduas discusiones y la guerra de poderes, pero también que es el escenario idóneo para dar ejemplo de trabajo por el país social y económico en donde aflore el “fair play”. No hay mucha grandeza nacional ni juego limpio por estos días en el Senado y la Cámara, y el espectáculo que brindan a la opinión pública no deja de ser deprimente con sus respectivas consecuencias en reputación. Congresistas que acuden a las sesiones y luego escaparse para no comprometer su voto, u otros, que, a pesar de haber sido sancionados con pérdida de su curul, amenazan con ir a votar a hacer uso de un derecho que les ha sido quitado. Ese es el panorama que se vive en la cámara alta, mientras que en la baja pulula la falta de preparación de los temas, la carencia de estudio sobre los proyectos y el casi nulo debate sobre lo que es conviene o no al país económico. Es un deber ético, legal y profesional que los congresistas aborden los temas neurálgicos para el país con grandeza cívica y compromiso histórico, pues vuelven y se juegan la siempre posibilidad de ser castigados con el voto de sus electores.
El Senado se lavó sus manos y dejó la importante votación sobre la JEP en terreno de la Corte y ahora se verá abocado a estudiar con juicio un Plan Nacional de Desarrollo que llega muy remendado y lleno de ideas con intereses particulares que prefieren hacerse realidad para el país económico como un artículo espinoso del Plan, que dar debates serios en el Congreso de cara al país. Los gremios de la producción han advertido sobre el daño que hacen a la seguridad jurídica y al mismo marco comercial que pasen propuestas con nombre propio en un plan que debería ser una hoja de ruta conceptual muy alejado de iniciativas con nombres y apellidos. Ojalá el Senado estudie a fondo el Plan y no haga lo mismo de la Cámara en donde brillan los “mandados”; pero lo más importante es que estudie de cara al país la conveniencia de propuestas prepago que de convertirse en realidad exponen a la economía a sanciones internacionales o a grandes costos para el erario público o los mismos contribuyentes. No queda mucho tiempo para discutir, el Plan se ha convertido en una colcha de muchas ideas en donde flotan temas tributarios, arancelarios y toda una suerte de situaciones que en el mediano plano perjudicarán a todos los colombianos. Gran reto le depara a los ministros y a los senadores estudiar a fondo el “Pacto por la equidad”.
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