El Gobierno Nacional debe romper con sus antecesores de imponer una tributaria cada año a los mismos contribuyentes de siempre, sin cumplir con unos mínimos administrativos de atacar la evasión, la elusión, hacer ahorros, pero sobre todo, invertir bien los impuestos en obras elocuentes para los colombianos.
Las empresas, el comercio formal y las personas naturales sujetas de retención en la fuente pagan unos $290 billones anuales en impuestos, y quienes no declaran renta, pero sí consumen, pueden decir que contribuyen con el IVA y otros impuestos hormiga; es un universo de pagadores de impuestos enorme, que ahora no están en buenas condiciones económicas para soportar otra reforma tributaria que ayude a financiar el presupuesto general de la Nación para el nuevo año.
La coyuntura económica no es la mejor, la inflación apenas está bajando de dos dígitos, el crecimiento del PIB no llegará a 2% y la devaluación del peso frente al dólar está encareciendo las compras, no solo de la canasta familiar sino de bienes durables, lo que constituye un caldo de cultivo no propicio para hablar de una nueva tributaria amparada como ley de financiamiento, máxime cuando el presupuesto no fue aprobado por el Congreso y, por primera vez, el país funcionará por decreto.
Son muchos cabos sueltos que los congresistas deben tener en cuenta para no entrar a negociar la segunda tributaria de la administración Petro. Hay otros caminos para financiarse: ahorro, ataque frontal contra los evasores, reorganización de las aduanas y/o el cambio de deuda cara por una más barata.
No están dadas las condiciones, al tiempo que el “estado de la opinión pública” no es el mejor con el Ministerio de Hacienda inmerso en unos episodios de corrupción en manos de las autoridades competentes. No solo no es el momento económico para poner más impuestos, sino que la coyuntura reputacional no es la adecuada.
Este 2024 debe pasar tal y como va, y durante 2025, las autoridades económicas estarán obligadas a hacer una buena reforma tributaria estructural que no grave siempre a las mismas empresas y a los mismos empleados, que se enfoque en la evasión, en la economía digital oculta, en las compras en línea que quiebran a los locales, pero sobre todo revise el gran negocio de las crecientes apuestas online, que se han convertido en el motor de la economía.
Una nueva reforma tributaria estructural debe comprometer en 2025 a los candidatos al Congreso y a la Presidencia para el período 2026-2030, pues como van las cosas, las cifras fiscales no van a ser las mejores y la responsabilidad con el país está por encima de la pugnacidad política que se viene en los próximos meses.
La administración Petro debe olvidarse de negociar una tributaria navideña y concentrarse, responsablemente, en pactar con los líderes aspirantes a una tributaria estructural enfocada en la evasión y la formalización de la economía para el nuevo año. Dicho proyecto debe ir acompañado de un adelgazamiento del Estado central, de un plan de ahorro y de la reducción de entidades anacrónicas.
No es posible seguir financiando entidades que no ejecutan ni funcionan, es algo que debe frenar el Congreso. El gran objetivo es sincerar al país, no se le puede entregar más dinero a un gobierno que no ejecuta y que no ahorra.