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La Junta Directiva del Banco de la República continuó su política de tasas altas al llevarlas hasta 2,50%; una pésima decisión, en el último par de meses las ha subido 0,75%
La escalada mundial inflacionaria ha obligado a la Junta Directiva del Banco de la República a elevar las tasas de intervención del mercado y llevarlas hasta 2,5%, una decisión bien polémica en momentos de plena reactivación de la economía.
Es como si sus miembros vivieran en un país distinto. Lo discutible no es que el Emisor actúe, conforme lo dicta la Constitución Nacional, lo criticable es que el alza sea de medio punto porcentual en muy poco tiempo.
En menos de dos meses las tasas han subido 0,75 puntos, la escalada más alta de la historia reciente de la política monetaria; la justificación de motivos no es distinta a la disparada de la variación de precios que se registra en todas las economías y que en Colombia está desbordada en cerca de 5%.
La inflación anual a fin de septiembre se ubicó en 4,5%, alcanzando un nivel sorpresivo por encima del esperado. No menos malo es que el equipo técnico del Banco también revisó al alza el pronóstico de inflación a 4,9% y 3,6% para finales de 2021 y 2022, respectivamente, decisión que también preocupa por la discusión inminente del incremento del salario mínimo para el año nuevo y porque no hay en el horizonte razones de suministros, servicios públicos bajos o producción de alimentos que hagan ver una estabilización en los precios.
Una mejor noticia es que el crecimiento de la demanda interna se reflejará en una expansión del déficit en cuenta corriente alcanzando 5,3% del PIB en 2021. Este deterioro del balance externo se da en el marco de un endurecimiento de las condiciones externas.
La recuperación es un hecho indiscutible en términos de consumo interno y a los buenos precios de los exportables, pero la tendencia puede verse afectada por la “sobre reacción” del Emisor que está actuando de manera precipitada, cayendo en el terreno de las peligrosas críticas contra sus políticas monetarias en plenas elecciones y en medio de debates de los candidatos a la Presidencia, algunos bastante contrarios y escépticos sobre el papel del Banco en la recuperación económica. Simultáneamente, la Junta también revisó al alza las proyecciones de crecimiento del PIB a 9,8% para 2021 y a 4,7% para 2022; la base para hacer el nuevo pronóstico es que la actividad económica continuó recuperándose a un mayor ritmo de lo esperado.
El crecimiento económico refleja el fortalecimiento de la demanda interna, cuya dinámica ha sido favorecida en gran medida por la política monetaria, fiscal y regulatoria implementada desde inicios de la pandemia. Se nota el cambio de casi la totalidad de los miembros de la Junta y la línea que se venía observando. Ahora la precipitud e inseguridad marca las decisiones, al punto que dos de los miembros no estuvieron de acuerdo con el alza de las tasas, mientras que los restantes prefirieron salirle al paso a la inflación, sin muchos datos de que esa receta pueda evitar un fenómeno que es global.
No está bien que la institución económica más respetada caiga en desconfianzas técnicas y sobre actuaciones que pueden afectar la recuperación económica. El punto es que la transferencia de las tasas altas al mercado se trasmiten muy rápido a los cuenta habientes, mientras que los tipos bajos nunca llegan a los consumidores o se demoran muchos meses en hacerlo. La Junta debe mirar que su favorabilidad en las encuestas se ha ido deteriorando: según Invamer, 52 de cada 100 colombianos encuestados tienen una opinión desfavorable del Banco y solo 27 tienen un concepto favorable.
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