Para quienes creen que la economía no es una ciencia exacta, sino un ejercicio de aproximaciones sucesivas, en la que los resultados son producto de factores objetivos y subjetivos en los que la acción humana es determinante, el momento que vive el país tiene que mucho que ver con las opiniones o creencias que los agentes sociales tienen sobre el comportamiento futuro de las variables más relevantes no necesariamente economistas. Eso es lo que se llama expectativas.
En términos sencillos, el resultado de toda decisión económica descansa en unas determinadas expectativas acerca de la evolución de aquellas variables que de forma más significativa afectan o condicionan el resultado de dicha decisión. Por ejemplo, si hay una expectativa de escasez, los precios de los productos comienzan a subir; si se cree que el mercado de divisas se comporta de tal o cual manera la tasa de cambio responde consecuentemente, al igual que ocurre con la tasa de interés si se trata del mercado de dinero. Si alguien cree que va a perder su empleo, puede inclinarse en forma anticipada a reducir su consumo, lo cual si es una tendencia general impacta la demanda agregada de la economía. Esas expectativas toman como referencia información superficial y vaga, cierta o no, que es alimentada por fuentes no convencionales y sin base científica no tomada de las predicciones que usan instrumental estadístico. Operan en sentido positivo o negativo, reproduciendo y haciendo más intensa la tendencia. Irracionales o no, hay que tenerlas en cuenta.
La coyuntura adversa que enfrentó el país en los días pasados como consecuencia de los paros agrario y camionero, al igual que los desórdenes que golpearon en forma importante la imagen del Presidente, del gobierno y de las instituciones, influye en las expectativas de todos los agentes económicos, pasando por empresarios, empleados y consumidores. Cada uno reflexiona intuitivamente y puede afectar su proceso de toma de decisiones. El triunfo de la Selección Colombia frente a Ecuador y que la coloca en las puertas del Mundial de Brasil es sin duda un antídoto para la situación política y económica, pues sin duda inyectó ánimo, así sea en forma momentánea. Incluso es de esperar que la favorabilidad se haya levantado un poco. Si Colombia hubiera perdido, el desánimo general podría haberse acrecentado.
¿Es suficiente un triunfo para que el ánimo vuelva a los niveles previos a la crisis? La respuesta es un no, por más que se quiera cosechar más de la cuenta, pues la realidad no se puede ocultar. Es solamente una dosis necesaria pero no suficiente. Las acciones concretas del gobierno, también van más allá de los relevos ministeriales y serán fundamentales para que las expectativas mejoren y el país retome el camino. Y eso es lo que está por verse.