El país que no sea autosuficiente en materia energética simplemente no tiene futuro. De aquí a 2030, la industria automotriz se habrá volcado a los carros eléctricos, la inteligencia artificial estará en todos los hogares, los teléfonos celulares conectarán a toda Colombia desde sus rincones más ignotos con 5G o 6G, pero lo más real es que las empresas recuperarán su capacidad productiva de cara a los mercados internacionales, pero para todo eso se necesitará mucha generación, transmisión, distribución y comercialización de energía, bien sea renovable o no renovable, el país no se puede parar, ni dar el lujo de desechar formas probadas y sustentables de moverse. Lo que queda de esta administración, poco más de 24 meses, es el tiempo necesario para que el país dé un verdadero salto en la autosuficiencia energética y deje de ideologizar todas sus políticas públicas; casi hay 16 millones de colombianos en estado de pobreza, medida por ingresos monetarios o multidimensional, y para poder disminuir sus precariedades se necesita energía. Este 2024 ha sido un año de quiebre en materia de agua: por el valor y consciencia social, agua destinada a los embalses para tomar o represas para producir energía. Todo está configurado para que exista una verdadera autoridad del agua que trascienda ministerios, corporaciones autónomas o secretarías; el líquido es transversal a toda la sociedad y la economía y no se le ha dado la importancia que requiere; la agroindustria la usa como si fuera un recurso infinito, al tiempo que los 14 millones de familias no tienen una cultura de buen manejo. La crisis representada en los temores a un racionamiento eléctrico, más el estado de los embalses que llevaron a un uso racional en el consumo de agua en el Distrito Capital, obliga a que las autoridades diseñen un plan macro de agua, que por primera vez en la historia se ponga el precioso líquido en el centro de las discusiones políticas. Más allá del uso del agua que es prioritario, el Gobierno Nacional debe empezar a hacer grandes proyectos energéticos que hablen de su gestión en las próximas décadas. Está bien que la atención y discusión estén en que el nivel de los embalses aumentó a 30% por las últimas lluvias, pero mal si a mediados de mayo se vuelve a la crisis del verano de medio año. Es una sociedad que no ha aprendido a manejar las lluvias; en Colombia no hay estaciones, pero sí 12 meses divididos por la ausencia o presencia de lluvias, lo que requiere una cultura interiorizada en el manejo del agua; más si se trata del Gobierno Nacional. Son bien intencionadas las medidas que tienen que ver con la factura de energía de abril y el sistema tome la referencia del usuario según el estrato y el tipo para determinar beneficios o multas. Los consumidores que se excedan contribuirán como incentivo en la factura a quienes disminuyan su lectura de referencia. Son buenas medidas, pero más se espera que el Gobierno Nacional se enfoque en hacer grandes obras de transmisión, de generación, de distribución, que permitan a los expertos empresarios a explorar eventuales yacimientos de gas, combustible de la transición, del que se deben aumentar las reservas. Sería imperdonable que el Gobierno, que maneja adecuadamente el discurso ambiental, deje pasar su mandato sin hacer los grandes proyectos que el país económico y social demandan.