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La naciente agroindustria del cannabis representará US$1.800 millones en ventas al año y empresarios del agro mutarán hacia allá
A la economía le ha costado desarrollar un nuevo producto exportable de alta demanda global con el que sea muy competitivo, más allá de la devaluación, y con el que logre redimir sectores impregnados de pobreza en la Colombia profunda. Todo parece indicar que esa luz al final del túnel se llama mariguana o con más precisión su flor, que para efectos de marketing y de no estigmatización en el futuro se llamará “flor seca de cannabis”. Es un gran negocio mundial estimado por sus promotores de unos US$150.000 millones anuales concentrados en desarrollos científicos de los sectores de la salud, las farmacéuticas y de la belleza.
Incluso en Colombia, un país tropical de alta producción de mariguana, con una trágica historia de “bonanza marimbera”, ya se cuenta con un gremio de la producción denominado, Asocolcanna, que promueve y orienta el desarrollo de la industria del cannabis dentro del marco legal vigente; de momento tiene 35 empresas afiliadas todas relacionadas con el cultivo, la transformación y la comercialización global; un negocio que proyecta mover en el país unos US$1.800 anuales antes de 2030, en pocas palabras, quiere decir que sería más importante que las flores y varias frutas que no superan los mil millones de dólares cada año.
Es muy normal que esto suceda y que llegue al país inversión extranjera que potencie este nuevo sector agroindustrial que servirá para diversificar la canasta exportadora y para darles a los emprendedores del agro nuevas alternativas más rentables. La mariguana es un cultivo que crece en casi todos los rincones del país, especialmente los más pisos térmicos tropicales húmedos con una larga exposición al sol, aunque cada vez más son usados los campamentos invernaderos que aceleran su crecimiento y focalizan su sabia.
Si mediante políticas públicas bien focalizadas, el país logra convertirse en potencia en la producción de flor del cannabis, seguramente se encadenará en pocos años más adelante una incipiente industria farmacéutica dedicada al cannabinoide, compuesto orgánico que activa los receptores cannabinoides en el organismo humano y que es muy usado en países como Canadá y Estados Unidos. Los empresarios y emprendedores locales llamados a meterse a este negocio son los floricultores, bananeros e incluso muchos cafeteros que pueden encontrar en este cultivo o actividad más rentabilidad y generación de puestos de trabajo mejor remunerados.
El gran problema social para el país es que las áreas de cultivos ilícitos en la Colombia profunda (Corinto, Toribío entre otros pueblos dedicados a la mariguana) no aprovechen el boom que se avecina y la legalidad sea atractiva, pero no en esas zonas complejas sino en los extramuros de las grandes ciudades. Por eso, debe haber una política pública quirúrgica que incentive, privilegie y beneficie a las empresas y emprendedores que monten sus factorías en las zonas rojas de orden público para que este desarrollo comercial verdaderamente logre transformar realidades.
Hay que apostarle a este negocio agroindustrial, no obstante, el Gobierno Nacional debe garantizar que preferiblemente se ubique en las regiones problema que han vivido del cultivo de la mariguana durante décadas. Las cooperativas de productores puede ser una solución.
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