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El Banco Mundial ha puesto a crecer a la economía a 3,5% y la inversión extranjera pasó de US$1.100 a US$3.300 millones de enero a marzo, algo bueno está pasando y no lo vemos
Si la economía colombiana fuera tratada como un paciente enfermo debería ser diagnosticada bajo la lupa del desaparecido médico y divulgador científico, Hans Rosling. Sí, el autor del libro póstumo, FactFulNess, 2018, un texto que se convirtió en Best Seller luego de que fuera uno de los recomendados por Bill Gates y ampliamente comentado por Barack Obama. El texto tiene un hilo conductor muy simple: la sociedad moderna está capturada por el pesimismo que le inducen los activistas y los medios de comunicación, dado que consumen las cifras por coyunturas determinadas y no las miran en todo su contexto. Rosling habla de una suerte de “apetito por el drama” y porque los periodistas venden miedo para capturar la atención de sus audiencias. Sus tesis por supuesto son bastante polémicas, pero el aporte al rediseño de los discursos sociales es enorme y se ha convertido en un texto revolucionario en un mundo acostumbrado a ver siempre el vaso medio vacío, cuando la realidad de las cosas lo obligan a verlo mejor medio lleno.
Eso más o menos está sucediendo con la economía colombiana que atraviesa un momento de resurrección, eso si se observa desde afuera, porque al interior solo miran situaciones oscuras. La inflación está dentro del piso y el techo fijado por el Banco de la República; la inversión extranjera pasó en el primer trimestre del año pasado, es decir entre enero y marzo, de sólo US$1.111 millones a un crecimiento de 68%, es decir a tocar los US$3.330 millones, una cifra que hacía bastante tiempo no se lograba. Las tasas de interés cruciales para el consumo están estables desde hace más de 13 meses en 4,25%, un mensaje de estabilidad que aún no ha sido promocionado ampliamente; incluso la tasa de usura certificada por la Superintendencia Financiera bajó de 29%, hecho que de una u otra manera podría reactivar el consumo con tarjetas de crédito. Otro de los indicadores que muestra una economía que recupera vigor es la tasa de cambio que ha beneficiado a los exportadores, quienes viven un año de vacas gordas con un dólar a $3.300. Y si a esto se suma un barril de petróleo que promedia los US$65, las cosas no son de angustia y deberían mostrarse o sensibilizarse de otra manera muy distinta.
Quienes primero deben derrotar el pesimismo son los empresarios beneficiados por la última reforma tributaria, que si bien les disminuyó una carga que sigue siendo muy alta, no han reactivado sus planes de inversión, especialmente los constructores, sector que es el que menos le está aportando a la economía. El pesimismo empresarial es el peor aliado de las políticas públicas, pues el crecimiento económico y la recuperación de la economía no se decreta ni se impone con leyes, decretos o acuerdos. El Gobierno lo único que puede hacer es generar las condiciones para que los empresarios reactiven sus negocios, pero obligarlos a aprovechar las circunstancias no es válido, mucho menos dar subsidios como algunos sectores reclaman. El sector privado es determinante para que la reactivación económica sea un hecho, sino el crecimiento que pronostica el Banco Mundial de 3,5% no tiene ningún fundamento. El papel de los gremios es fundamental sensibilizando sobre la realidad de la economía, porque se respira un ambiente de que todo anda mal, sin sustentar con cifras la realidad. Algo así como el síndrome del que habla Rosling, que todo va mal, pero por sensación, no por la realidad.
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