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EDITORIAL

Hay que empezar a hablar del salario mínimo

lunes, 13 de septiembre de 2021

Discutir el salario básico siempre será tirante porque se hace en mala época y parte de la palabra “mínimo”, dos situaciones que deben cambiar

Editorial

Nunca será una buena época para hablar del aumento del salario mínimo, si se parte de la palabra “mínimo” y siempre se deja la discusión para los últimos días del año cuando el país económico está sintonizado con temas más entretenidos. Y el esquema tripartito del asunto (empresarios, sindicatos y gobiernos) nunca funciona y siempre termina el presidente de turno decretando el alza, tal como ha sucedido en los últimos años.

Las autoridades económicas del país, los gremios de la producción y las centrales obreras, con el apoyo de expertos de la academia, la banca multilateral y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) deberían proponerse enriquecer la discusión más importante para los presupuestos empresariales, que es el incremento salarial anual, entendida como la base de otros ajustes que termina siendo la acción que marca el desempeño de las empresas en términos de productividad e ingresos a mediano plazo.

Lo normal es que la negociación del salario mínimo comience a finales de noviembre, una vez se hayan aprobado los presupuestos generales y las empresas elaborado sus planes para el año nuevo. Siempre la discusión se politiza, se vuelve tensa, porque para unos el mínimo es el máximo, o viceversa, no hay posibilidades de ponerse de acuerdo porque la concertación está basada en el enfrentamiento cuantitativo.

Al final del inoficioso desgaste, el Gobierno Nacional, a través de su ministros de Trabajo y de Hacienda, termina sugiriendo un alza por mandato. Este año rigió el decreto que lo incrementó 3,5%, $30.723, pasando de $877.803 a $908.526. A este monto se le sumó el auxilio de transporte (ahora de conectividad) de $106.454, para un total de $1.014.980 vigentes. Esa misma rutina se hace cada año, cada vez con más anticipación, más ahora que se viene un tiempo frenético en términos políticos.

El salario mínimo debe estar fijado a más tardar el 30 de diciembre de cada año y, como es cultura, siempre se deja esta importante discusión para la última hora.

Primero: la discusión del salario mínimo no debería darse en diciembre, sino en septiembre, cuando los gerentes administrativos, financieros y de planeación de las empresas están elaborando los presupuestos del año nuevo y necesitan los insumos para hacer las proyección. El precio del dólar, la inflación esperada, el crecimiento del PIB, la tasa de cambio y el incremento de los salarios son números que componen esas sensibilidades claves para hacer negocios y crecer.

Segundo: la llamada Comisión Permanente de Concertación de Políticas Salariales y Laborales no funciona y es accidental; hay que rediseñarla y ponerla a trabajar a lo largo del año para que el presidente no tenga que decretar el salario mínimo como se volvió costumbre.

Tercero: el trabajo por horas debe ser un tema de esa nueva comisión, lo mismo que la remuneración por sectores económicos y regiones. No es lo mismo trabajar por horas cosechando café en Antioquia que ser oficial de construcción en Bogotá; mucho menos dedicarse a los servicios de limpieza de hogares en cualquier capital. Pero el mayor avance es “desrotular” la discusión del mínimo, así se termine en esa discusión tirante; la idea es nombrar ese análisis en función del cubrimiento de necesidades básicas y la canasta familiar.

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