Cuentan que en 1949, un ingeniero aeroespacial estadounidense, llamado Edward A. Murphy, se dio cuenta de que los electrodos que medían los efectos de la aceleración y deceleración en pilotos estaban mal conectados, justo cuando las pruebas iban a comenzar; situación que lo llevó a sentenciar: “si algo puede salir mal, saldrá mal”, lo que se convirtió en la primera Ley de Murphy, que llevó al personaje a ser más conocido por sus teorías del azar que por su ciencia aeroespacial. El tema viene a colación porque la economía colombiana, o al menos la percepción, es que las cosas realmente están empeorando a pasos agigantados y que, efectivamente, todo lo que puede salir mal, saldrá mal. Tiene razón el Gobierno Nacional en que por la inoperancia de los exministros de Salud de las pasadas administraciones nunca hicieron la tarea de ajustar bien un tecnicismo financiero crucial para el sistema de salud, llamado Unidad de Pago por Capitación o UPC, que no es otra cosa distinta al valor anual reconocido por cada afiliado al sistema general de seguridad social en salud para cubrir las prestaciones del Plan Obligatorio de Salud, POS, en los regímenes contributivo y subsidiado. Esa Unidad, crucial en las cuentas de las Empresas Prestadoras de Salud, EPS, nunca fue bien estudiada, adecuada, modernizada, ni reglamentada; los viejos ministros de Salud, desde que comenzó el sistema actual, torearon sin soluciones de fondo, de tal manera, que su inoperancia hizo metástasis hace dos, tres o cuatro años, hasta que la crítica situación le sirvió de argumento a un Gobierno de turno con ideas de nacionalización, como mecanismo para lanzar un zarpazo a todas las empresas, tal como ahora está ocurriendo. Si no se moderniza la llamada UPC, no hay un sistema que se sostenga, esas tres letras son una suerte de eje de toda la estructura financiera; ahora bien, el Gobierno cree que puede solucionar el problema interviniendo las empresas, pero sino enfrenta a fondo la UPC, todo el sistema entrará en liquidación. Simplemente la UPC fue el florero de Llorente de una situación que trascenderá los gobiernos. Y como si esto fuera poco, en términos de leyes de Murphy, el sector eléctrico también puede entrar en fase de colapso porque la demanda de energía está creciendo a 8% y no hay proyectos de transmisión, nuevas subestaciones, ni mucho menos nueva generación. El sistema eléctrico está capturado por una suerte de monotema del Fenómeno de El Niño, pero el problema va más allá: no hay inversión en generación, distribución ni transmisión, solo se habla del precio que es la punta del Iceberg de una nueva eventual crisis. El gas, que es el recurso bisagra de la transición energética, ve caer sus reservas probadas a menos de la mitad, mientras es casi imposible que el sistema eléctrico logre satisfacer plenamente la alta demanda en aires acondicionados y cadenas de frío, que son dos de los frentes que han crecido inusualmente, pues la industria está parada. El tercer riesgo inminente tiene que ver con la infraestructura, vía vigencias futuras que no están atendidas adecuadamente por el Gobierno Nacional, la actividad en grandes infraestructuras está parada, los proyectos parqueados y la inversión en este sector en el limbo. Casi todos los riesgos en salud, energía e infraestructura se explican por la ideologización del desarrollo y el crecimiento, porque el Gobierno en cada gestión ve una oportunidad de cambiar de modelos, lo que conlleva un frenazo en seco de la economía.