¡Increíble que estén pensando en otra tributaria!

La última reforma tributaria que experimentó la economía colombiana se puso a andar el mismo 7 de agosto cuando el presidente Gustavo Petro tomó posesión del gobierno ya hace casi dos años. La lideró el ministro de Hacienda de entonces, José Antonio Ocampo, y quiso recaudar más de $20 billones, monto que se ha ido cayendo gota a gota porque la Corte Constitucional declaró inexequibles algunas ideas novedosas impuestas como los límites al Régimen Simple de Tributación; también falló en lo concerniente al impuesto que les permitía a las empresas del sector minero y petrolero deducir 100% de los impuestos, tasas y contribuciones del impuesto de renta.

Y hay varios artículos adicionales en manos de la Corte pendientes que seguramente se caerán, situación que le ha abierto un roto a esa sonora tributaria, y ha obligado a la cartera de Hacienda, hoy en cabeza de Ricardo Bonilla, a pensar en una nueva reforma tributaria, que al cabo terminará haciendo lo mismo de todos los gobiernos pasados: hacer una reforma cada 23 o 24 meses.

Para tal efecto, ya se habla de otro comité de expertos tributarios para que estudien “la colcha de retazos que es el sistema tributario colombiano”, para que propongan más impuesto. Por el aire o perfil de algunos miembros del comité de marras se planean impuestos sobre las grandes riquezas, grandes utilidades, grandes corporaciones, grandes grupos empresariales, grandes contribuyentes, grandes ingresos, grandes nóminas, en pocas palabras, ¡grandes, grandes, grandes!, para de una vez ir rotulando, dividiendo y sembrando resentimiento, pues cuando hay peces grandes hay unos peces pequeños y esa es la línea de discusión y de división que las ideas tributarias de izquierda siempre imponen.

Es increíble que el ministro Bonilla y su director de la Dian, Luis Carlos Reyes, quieran poner una nueva tributaria sobre la mesa de discusión en el Congreso cuando el crecimiento de la economía de 2023 será inferior a 1% y el proyectado para 2024 solo es 1,8%, según cifras del mismo Bonilla en Davos.

Y lo peor es que nunca presentó un plan de ahorro estatal, reducción del gasto o alguna idea contracíclica que le permita a las empresas recuperarse. Lo subyacente de esta iniciativa es simple: conseguir el dinero de la próxima campaña presidencial si miramos el tiempo que corre. La tributaria de Ocampo consiguió el dinero de 2023 y 2024, la de Bonilla se recaudará en 2025 y seguramente le permitirá jugar al Gobierno Nacional con las arcas llenas con su candidato, pues para ese momento debe tener algo que mostrar.

Debe haber un mea culpa en la actual administración pues el recaudo es bueno, pero los ministro y directores de entidades no son hábiles en ejecutar el dinero público. De momento, para el comité asesor de Bonilla suenan nombres como el de Juliana Londoño, economista internacional hija del ex ministro de Protección Social, Juan Luis Londoño, pero más reconocida por haber hecho parte del equipo investigador de Thomas Piketty, el economista que estuvo de moda hace 10 años entre los intelectuales de izquierda por su libro el ‘El Capital del Siglo XXI’, en donde argumenta que lo más grave de la economía es la concentración de la riqueza en la parte más rica, y que urge la implantación de un impuesto global al capital progresivo. Otra tributaria con crecimientos tan bajos revienta al país.