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Nueve capitales experimentan una variación de precios que supera 10%, la más alta en dos décadas, mal dato para las familias pobres y peor aún para la próxima discusión salarial
Una ola inflacionaria recorre a la economía mundial y el mercado colombiano no se le escapa. Hablar de una variación de precios cercana a los dos dígitos es una cruda realidad que se ve en casi todos los países, incluso en economías desarrolladas como las de Estados Unidos y la Unión Europea, hay generaciones enteras que nunca habían experimentado que los productos y servicios cambiaran de precios.
Inflación por encima de 8%, en los motores de la economía mundial, no se veía desde hace cuatro y hasta cinco décadas, mientras que en Colombia una variación anualizada de precios de 9,6% no se presentaba desde hace 22 años; las causas de esta extraña coyuntura se derivan de la pandemia que encerró a las personas en sus hogares, paró las fábricas, cerró empresas, frenó el consumo y, lo que no es un mal menor, desató a posteriori un colapso en los puertos y cadenas de suministros, que no dieron abasto y encarecieron los productos importados.
Todo eso se originó en 2020 con coletazos a finales de 2021, cuando la inflación empezó a mostrar su verdadera cara. Error craso de los actuales codirectores del Banco de la República, que en su momento calificaron de “fenómeno temporal o transitorio la alta variación del IPC” y actuaron de manera tardía con la única herramienta que siempre tienen a la mano, que es subir las tasas de interés; el Gobierno Nacional de turno quiso parar la inflación bajando algunos aranceles, medida que aún no ha dado los resultados esperados ni ha impedido las persistentes subidas en los alimentos, cuya variación supera 20%.
La inflación en Colombia de dos dígitos está a la vuelta de la esquina, con graves consecuencias para la economía de los más de 14 millones de hogares, pues el drama de los altos precios afecta a todos, pero se ensaña con las familias de menores ingresos, a quienes el alza salarial de 10% al final del año pasado ya no les alcanza y están viviendo al debe.
Muchos hogares han caído en la necesidad de comprar alimentos financiados con tarjetas de crédito que tienen una tasa promedio de 30%, tipo muy cercano a la usura. Lo más seguro es que la inflación siga su senda alcista y llegue en las próximas cuatro semanas a 10% en todas las ciudades, pues en este momento esa variación de precios solo se encuentra en nueva de las 32 capitales y, así las cosas, los codirectores del Emisor seguirán “normalizando” la tasa de intervención a un ritmo de 150 puntos cada mes con el objetivo de atajarla.
El gran problema de cara a la canasta familiar es que 20% de los productos que la componen son importados y la tasa de devaluación del peso no ayuda, pues se cotiza muy por encima de $4.000, la más alta de la historia. En poco menos de 12 semanas se empezará a hablar de salario mínimo para 2023 y la cuota inicial no será distinta a dos los dos dígitos en medio de un Gobierno Nacional que siempre ha sido proclive a mejorar los ingresos de los trabajadores y a considerar que las alzas de los salarios no son inflacionarias.
Todo un cocktail de situaciones económicas que hacen prever un futuro inmediato bastante incierto en lo que tiene que ver con el crecimiento de la economía. Dura tarea tendrán los ministros de las carteras económicas y un mal momento tiene el Ejecutivo entrante, pues la grandes reformas que tiene previstas no se podrán dar en una coyuntura tan adversa para las familias que la están pasando mal.
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