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El 1 de noviembre de 2012 se derrumbó el castillo de naipes armado POR EL Grupo Interbolsa. un año después, poco se avanza.
Hace un año a estas mismas horas del día, el presidente del Grupo Interbolsa, Rodrigo Jaramillo, tocaba de puerta en puerta en cada banco para conseguir algún préstamo millonario que le ayudara a salir de una crisis inminente, generada por las arriesgadas jugadas financieras que había estado empleando para hacer crecer sus empresas en el mercado colombiano. Luego vino un puente festivo en el que trabajaron arduamente los técnicos del Ministerio de Hacienda, de la Superintendencia Financiera y de Bancolombia, para salir de la crisis ocasionada por la intervención de la firma corredora más importante del país. Fueron dos o tres días que rediseñaron el mercado secundario, casi sepultando las empresas familiares de corretaje.
Han pasado 12 meses desde que se destapó el escándalo de Interbolsa y se escribió un capítulo más en la historia económica, cuando se narra desde quiebras y desfalcos. Varias cosas han cambiado. El mercado secundario ya es prácticamente controlado por las llamadas firmas de corretaje bancarizadas, que cuentan con el respaldo de grandes inversionistas, entre ellos bancos comerciales con suficiente músculo financiero. El segundo avance es que tanto las Superintendencia Financiera como la de Sociedades están trabajando juntas en la vigilancia de los conglomerados que manejan el sistema financiero. Antes de Interbolsa, estos dos entes de control y vigilancia poco compartían, y las crisis se sucedían sin que hubiese cruce de papeles. Otro paso importante es el que se ha dado en materia de protección a los inversionistas, pues una gran parte de los afectados están siendo atendidos por abogados propios, quienes tienen un diálogo fluido con las entidades de control y están encontrando respuestas a sus reclamos y devolución de sus dineros. Pero quizá la enseñanza más importante de la crisis tiene que ver con el destape de una serie de acciones y jugadas empresariales que sumaban roles de firmas comisionistas, empresas del sector real e inversionistas tradicionales.
El juego de la bolsa hacía que sus maniobras de subir y bajar el precio de las acciones pasara inadvertido. Fue así como los llamados repos de Fabricato y los fondos de inversión en Panamá, Luxemburgo y Curazao aparecieron en escena. Ciertamente no es un DMG, ni hubo una vulgar estafa, lo que ha sucedido hasta el momento es un abuso de juego de roles financieros que llevó a la quiebra una empresa que pudo ser grande, pero que se ‘voló de rosca’.
Ahora solo hay que esperar a que la justicia actúe, que identifique los responsables del colapso y que se compruebe de una vez por todas si existió captación ilegal de recursos, un delito fuertemente castigado. Ha pasado solo un año, y el proceso sigue a medio camino del desenlace.
Para desvanecer el reino de la incertidumbre se necesitan acciones concretas, con foco y objetivos precisos, 2025 debe ser un tiempo de hacer, ejecutar, quejarse menos y garantizar resultados