Las cartas anuales de Larry Fink a sus inversionistas son una suerte de “visión de oráculo” en el que beben otros financieros, y es que no es para menos, BlackRock, el mil millonario fondo de inversiones que él gestiona, es el mayor gestor global de activos, responde por unos US$10 billones, un monto similar al PIB de cualquier economía pequeña de frontera y sus decisiones pueden desplazar la inversión directa en cualquier país. Para 2024, Fink ha hablado de la necesidad de refundar el sistema mundial de pensiones. Un dato interesante: la mitad de los activos que gestiona BlackRock son ahorros de jubilados de todo el mundo, lo que compromete su opinión. Advierte en su misiva sobre una inminente “crisis de jubilación” que enfrenta especialmente Estados Unidos y le pidió a los baby boomers (nacidos entre 1945 y 1966) que ayuden a las generaciones más jóvenes a ahorrar lo suficiente para su propio futuro. “Eso evitará que se desilusionen con el capitalismo y la política en los próximos años. Esto, dado que las personas viven vidas más largas, pero tienen dificultades para costearlas y planificar adecuadamente”; e instó a los líderes corporativos y políticos a realizar “un esfuerzo organizado y de alto nivel” para repensar el sistema de jubilación. “Nadie debería tener que trabajar más tiempo del que quisiera, pero es un poco loco que nuestra idea principal sobre la edad de jubilación adecuada (65 años) provenga de la época del Imperio Otomano”. Una sexta parte de las personas en todo el mundo tendrá más de 65 años a mediados de siglo, frente a 1 de cada 11 en 2019, citando datos de las Naciones Unidas, escribe Bloomberg. Es un debate global que se empieza a calentar y convierte en un imperativo cambiar el sistema, pero desde los pilares sociales, no enfocarse en los ingresos ni en la edad, solo en maneras como las personas nacen, crecen, se reproducen y mueren. Para poder avanzar en ideas verdaderamente disruptivas frente a la jubilación, hay que enfrentar hipótesis de trabajo contra corriente. Mauro Guillén, doctor en sociología de la Universidad de Yale, vicedecano de Wharton School, en su último libro, ‘La revolución multigeneracional’ (Deusto, 2024), plantea tesis interesantes de cara a un cambio radical sobre el asunto urgente que devela Fink. Hay que romper las normas con las que se rige la sociedad, el trabajo y la economía, un sistema obsoleto organizado por fechas de caducidad de los hombres y mujeres. Hay cambios tecnológicos, las familias son distintas, mayor esperanza de vida, avances médicos y más flexibilidad económica, todos sumados son factores que obligan a repensar que la meta de la vida laboral esa una jubilación. Lo que Guillén plantea es que se avecina la revolución multigeneracional, tal como lo escribe Fink, “hemos organizado nuestras vidas en función de la edad, en varias etapas: estudio, trabajo y jubilación, y esto funcionaba muy bien hace 140 años, cuando el mundo no variaba mucho, la mayor parte de los trabajos eran manuales y, sobre todo, cuando no vivíamos más allá de 50 o 55 años. Pero ahora la situación ha cambiado por la tecnología, que hace que los trabajos se queden obsoletos, y estamos pidiendo a la gente que sea flexible, pero en realidad lo que no es flexible es el sistema”, en entrevista a El País de España. El cuento de la reforma pensional es un universal, pero no populista.