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El consumo con tarjeta de crédito se cobra en casi todos los bancos al nivel de la usura, una situación insostenible para quienes difieren sus compras con dinero plástico sin opciones
La Superintendencia Financiera informó la tasa de usura para la modalidad de crédito de consumo y ordinario en 45,27% efectivo anual para febrero, un alza de 201 puntos básicos (2,01%) frente al mes anterior, cuando era 43,26%, es el dinero más caro en décadas y que va a afectar el consumo de los colombianos.
A todas luces es una tasa exagerada que se desprende de la inadecuada política monetaria de la Junta Directiva del Banco de la República que trata de bajar la inflación sin mayores logros, pero que en su proceder está asfixiando el crédito.
La tasa de usura corresponde al interés máximo que una entidad financiera puede cobrar a sus clientes por un crédito de consumo y ordinario, como son las tarjetas de crédito. De los 16 millones de tarjetas de crédito que hay activas en Colombia, cerca de 70% tiene una tasa cercana a la usura.
Todo lo anterior como consecuencia de que del Emisor decidiera aumentar 75 puntos básicos su tasa de interés pasando de 12% a 12,75%, los tipos más altos desde 1999, encareciendo cada vez más el costo del dinero en el país. Si bien se empieza a moderar el ritmo de subida de su tasa de interés, pues los últimos aumentos se hicieron por 100 puntos básicos en cada reunión e incluso hubo un aumento de 150 puntos en junio del año pasado, la tasa de inflación sigue alta, en 13,12% anualizada.
Dicen los voceros del Banco que la política se acerca a la postura requerida para inducir en el mediano plazo una convergencia de la inflación hacia su meta de 3% (...) “Estamos cerca del nivel en el cual se logra esa convergencia de la inflación a la meta, bajo la información y las perspectivas que hoy podemos mirar hacia el futuro.
Eso no necesariamente significa que haya finalizado el periodo de alzas”. Todo un anhelo aún distante, mientras la variación de precios en los mercados emergentes empieza a mostrar tendencia a la baja. La clave se dará esta semana cuando se entregue el Índice de Precios al Consumidor de enero y se observe si hay o no una reducción.
Tal como van las cosas, servicios públicos, alimentos y transporte, siguen siendo los rubros más inflacionarios; en cuanto a los costos de la energía, el agua y el gas, habrá que esperar cómo reaccionan estos servicios ante la intervención del Gobierno; en materia de alimentos, las cosas van mejor por el mejoramiento del clima y la revaluación del peso de las últimas jornadas; un dólar más cerca de los $4.500 que de los $5.000 ayudará a que los importados no pesen tanto en la producción de alimentos y las compras en el exterior.
El gran problema que enfrenta ahora el consumidor de cara a la mitad del primer trimestre es el costo del dinero, es bien sabido que las tasas suben por ascensor y bajan por las escaleras, desescalar los tipos del Emisor es una situación que puede durar más de un año si se hace a la misma velocidad en que se elevaron.
Los codirectores del Banco olvidan que es el consumo uno de los pilares de la economía en los últimos años y que subir las tasas sin mayores efectos en su objetivo será una lápida que pese en su función pública.
La bancarización real ha cedido en los últimos meses, muchos microempresarios, trabajadores informales y desempleados, seguramente encontrarán alternativas menos costosas que acudir al sistema financiero tradicional; una usura de 45% y una tasa de microcrédito de 58%, no ayuda en nada a que la economía se formalice.
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