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Se deben replantear tantas comisiones que hacen la tarea de analizar situaciones, pero que al final nadie les hace caso y pierden el tiempo
Hay dos análisis económicos de coyuntura que están mal planteados desde el punto de vista del lenguaje o en términos de Teoría del Discurso. El primero tiene que ver con la mal llamada discusión sobre el salario mínimo, en donde es evidente que si se plantea la palabra “mínimo”, habrá un bando que tratará de ampliar esos elementos mínimos y otro que se mantendrá firme en sus posiciones. La segunda discusión semántica es la que se refiere a la llamada Comisión del Gasto, en donde hay un claro debate sobre el ahorro que debe hacer el Gobierno en sus inversiones sociales y el funcionamiento central. ¿Cómo se puede discutir de manera propositiva sobre un monto salarial si parte de que es el mínimo, sin tener en cuenta otros factores como los sectores o las regiones? ¿Cómo se puede hablar de Comisión del Gasto cuando todas las posturas de los involucrados se refieren a los recortes obligatorios para cumplir con un déficit fiscal?
Son cuestiones complejas desde lo macroeconómico, pero simples desde el lenguaje. Hay varias salidas a ambos temas como hablar de estos dos asuntos no solo en diciembre, sino en cualquier época del año. La discusión del salario mínimo está obsoleta, siempre son los mismos con las mismas peleando por las mismas cosas sin tener en cuenta la evolución de la economía, del consumo, de los sectores productivos y el mismo ciclo económico de vacas gordas y flacas. Debe abrirse un debate franco y profundo sobre los incrementos salariales de acuerdo a los sectores económicos y a las regiones, tal como sucede en otros lugares donde se discrimina y se fija mejor la hora de trabajo formal, más allá del ingreso mensual y todas las arandelas que incluye. En conclusión hay que modernizar la discusión y tal vez hacerla cada dos años.
Sobre la Comisión del Gasto -que en contrasentido solo habla de ahorro- hay más tela que cortar. Durante la administración Uribe en 2007 se convocó otra Comisión del Gasto Público Independiente que pretendió hacer las mismas tareas que ésta, que debe presentar su informe la próxima semana. En ese momento debía recomendar varios asuntos: ahorrar $1,5 billones del presupuesto; mermar la deuda pública en $7,25 billones con la venta de participaciones en empresas con mayoría accionaria estatal como ISA e Isagen; incrementar el recaudo del impuesto predial rural y urbano, y diseñar mecanismos financieros para maximizar el aporte local para la construcción de la red secundaria y terciaria de carreteras y los sistemas de transporte masivo de pasajeros. Son casi las mismas cosas desde hace 10 años, pero se pretende solucionar los problemas con comisiones y mesas de expertos. ¿Para qué más misiones, expertos y comisiones si los gobiernos de turno no hacen caso? Ojalá Santos en los pocos meses de gobierno que le quedan adopte las recomendaciones y las ejecute, como establecer una meta anual de superávit primario estructural de 2% del PIB y eliminar los impuestos al trabajo, compensando el impacto social con la cancelación de las exenciones tributarias. Al oído de los miembros de esa Comisión del Gasto, se les debe decir que no dejen que su documento se vaya a engrosar anaqueles como la Misión Cafetera, la Comisión Tributaria y demás grupos de expertos que se convocan para nunca oírlos ni leer sus recomendaciones.
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